GRACIAS JESÚS POR TU EJEMPLO DE VIDA

Domingo 9 de octubre
28 del tiempo ordinario
Lucas 17,11-19 

Todos recordamos que de niños nuestros padres nos enseñaron a pedir las cosas por favor y a que nos acostumbráramos a dar las gracias cuando alguien nos daba algo o cuando alguien nos hacía algún servicio. Y me parece importante que también entre nosotros: entre hermanos, vecinos, amigos y compañeros, nos salga fácilmente de la boca – y del corazón- la palabra “gracias”.
A todos -de cualquier edad y condición- nos debería salir fácilmente del corazón y de la boca la palabra “gracias”. En casa, en la familia, en el trabajo o en la escuela: en todos los mil lugares y circunstancias de nuestra vida de cada día tendríamos que ser más agradecidos.
Y no solo como un palabra y una costumbre de buena educación, de buena convivencia, sino como algo más importante, más hondo.
El evangelio de hoy nos ha hablado de un samaritano -de un extranjero que supo volver para dar gracias por su curación. ¿Por qué volvió éste y no los otros nueve? Probablemente, creo, porque éste estaba acostumbrado a dar gracias -de corazón y de palabra- en su vida normal. Y los otros nueve, no.
Por eso, el que estaba acostumbrado a ser agradecido a los hombres, supo serlo ante 
Jesucristo, y así halló la gracia del Señor, encontró la fe y la salvación. Jesús aprecia al hombre que manifiesta gratitud. Que no da nada por descontado. Que sabe abrirse al estupor, a la sorpresa y por tanto a la gratitud.
Porque vivimos en una sociedad en la que dar gracias se ha convertido en un tópico: en los tickets de compra de los grandes almacenes se nos dice: “gracias por su visita”…Y sin embargo nos falta muchas veces el agradecimiento profundo y verdadero en nuestro corazón.
Tenemos que convencernos que todo es gracia. Nada se nos debe y nada merecemos.
Si todo nos viene de Dios gratuitamente, todo debe volver a él a través de la alabanza y la gratitud.
Cristiano no es el que pide gracias o recibe gracias. Es fundamentalmente quien da gracias. Por eso, 
la Eucaristía, que representa el acto más importante del culto cristiano, significa literalmente, “acción de gracias”.

No andemos distraídos frente al milagro de la vida. No seamos descuidados ante las sorpresas de los acontecimientos de la vida ordinaria. Busquemos las huellas de Dios en los acontecimientos de cada día, y permanezcamos siempre en actitud de agradecimiento.