NO HAY AMOR SI ESTE NO ES GRATUITO
Domingo 24 de febrero
7º del tiempo ordinario
Lucas 6,27-38
Vivimos
en una sociedad donde es difícil aprender a amar gratuitamente. Casi siempre
preguntamos: ¿Para qué sirve? ¿Es útil? ¿Qué gano con esto? Todo lo calculamos
y medimos. Nos hemos hecho a la idea de que todo se obtiene «comprando»:
alimentos, vestido, vivienda, transporte, diversión… Y así corremos el riesgo
de convertir todas nuestras relaciones en puro intercambio de servicios.
Pero,
el amor, la amistad, la acogida, la solidaridad, la cercanía, la confianza, la
lucha por el débil, la esperanza, la alegría interior… no se obtienen con
dinero. Son algo gratuito que se ofrece sin esperar nada a cambio, si no es el
crecimiento y la vida del otro.
Entre
nosotros hay personas que solo pueden recibir un amor gratuito, pues no tienen
apenas nada para poder devolver a quien se les quiera acercar. Personas solas,
maltratadas por la vida, incomprendidas por casi todos, empobrecidas por la sociedad,
sin apenas salida alguna en la vida.
Aquel
gran profeta que fue Helder Cámara nos recuerda la invitación de Jesús con
estas palabras: «Para liberarte de ti mismo, lanza un puente más allá del
abismo que tu egoísmo ha creado. Intenta ver más allá de ti mismo. Intenta
escuchar a algún otro, y, sobre todo, prueba a esforzarte por amar en vez de
amarte a ti solo».
JESÚS COMPARTE PALABRAS DE DENUNCIA PARA UNOS Y DE ESPERANZA PARA OTROS
Domingo 17 de febrero
6º del tiempo ordinario.
Lucas 6,16.20-26
En
sus bienaventuranzas, Jesús advierte que un día se invertirá la suerte de los
ricos y de los pobres. Es fácil que también hoy sean bastantes los que,
siguiendo a Nietzsche, piensen que esta actitud de Jesús es fruto del
resentimiento y la impotencia de quien, no pudiendo lograr más justicia, pide
la venganza de Dios.
Sin
embargo, el mensaje de Jesús no nace de la impotencia de un hombre derrotado y
resentido, sino de su visión intensa de la justicia de Dios que no puede
permitir el triunfo final de la injusticia.
Han
pasado veinte siglos, pero la palabra de Jesús sigue siendo decisiva para los
ricos y para los pobres. Palabra de denuncia para unos y de promesa para otros,
sigue viva y nos interpela a todos.
¡FIÉMONOS DE JESÚS!
Domingo
10 de febrero
5º
del tiempo ordinario
Lucas
5, 1-11
No
es necesario ser santo o perfecto para colaborar con Jesús. Hace falta
prestarle nuestra voz, nuestro trabajo y todo será distinto. Se nos propone una
vida nueva, en perspectiva de futuro, sin cálculos...y todo cambiará, como
cambiaron Isaías y como cambiaron Pedro y Pablo. No somos santos, no somos
perfectos ¿cómo podremos? Cuando aprendemos a fiarnos de Jesús y de su mensaje;
cuando queremos salir de nuestros límites, El ejemplo de vida de Jesús es más
eficaz que nuestras propias razones para no echar las redes en el agua, en la
vida, en la familia, entre los amigos, en el trabajo... y seremos ejemplo de
vida, y seremos pescadores.
NADIE ES PROFETA EN SU PUEBLO
Domingo 3 de febrero
4º Tiempo ordinario
Lucas 4,21-30
De Nazaret no salió algo bueno sino Alguien bueno, Jesús de Nazaret, el hijo de José y de María, el hermano de Santiago y el primo de medio pueblo. A sus ojos, Jesús era un joven normal y corriente que, un buen día, se despidió de todos y se convirtió en un predicador itinerante.
Jesús, precedido por la fama, volvió a su pueblo y el sábado, como era su costumbre, fue a la sinagoga. Sus paisanos, las noticias corren de boca en boca, sabían que Jesús, además de ser un buen predicador, hacía signos prodigiosos.
En la sinagoga, llena a rebosar, "todos los ojos estaban fijos en él", todos esperaban un buen sermón y, de paso, alguna sorpresa y muchas exclamaciones de admiración.
Jesús se estrenaba como predicador en su pueblo. Jesús abrió el libro y leyó el pasaje de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí"...cerró el libro y dijo: "Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír".
Este sermón, a sus paisanos, les pareció tan breve y tan malo que de la admiración pasaron a la indignación y de la indignación a llenarse los bolsillos de piedras.
Por lo visto no dijo lo que querían oír. A ninguna sinagoga, a ninguna iglesia se acude a oír lo que quisiéramos oír, para eso están los políticos, los que nos regalan los oídos con promesas imposibes, a la iglesia venimos a escuchar lo que necesitamos oír.
Sin salir de su asombro se preguntan: ¿cómo puede compararnos a nosotros, pueblo escogido, con esa viuda de Sidón o ese pagano Naamám? Nosotros no somos perros como esos paganos, somos el Israel de Dios.
Lo que no entendieron, lo que seguimos sin entender, es que nadie, ningún pueblo, ninguna iglesia tiene el monopolio de Dios. Jesús no es un predicador local sino universal. Jesús es nuestro y es para todos porque es el ser para los demás.
Jesús, a lo largo de su corta vida, predicó tan malos sermones que los suyos no lo aguantaron, sin embargo hizo las delicias de los enfermos, de los leprosos, de los marginados, de las prostitutas y de todos los pecadores...Estos sí querían oír lo que necesitaban oír, los judíos no oyeron de los labios de Jesús lo que ellos querían oír. No querían a un Jesús sorprendente sino a un Jesús etiquetado, el hijo de José y de María, no querían que se saliera del guión de siempre.
El hijo de José es y será la sorpresa de Dios y su interpretación de la Escritura no era un consuelo piadoso para los habitantes de Nazaret, no era una aministía local sino universal.
4º Tiempo ordinario
Lucas 4,21-30
De Nazaret no salió algo bueno sino Alguien bueno, Jesús de Nazaret, el hijo de José y de María, el hermano de Santiago y el primo de medio pueblo. A sus ojos, Jesús era un joven normal y corriente que, un buen día, se despidió de todos y se convirtió en un predicador itinerante.
Jesús, precedido por la fama, volvió a su pueblo y el sábado, como era su costumbre, fue a la sinagoga. Sus paisanos, las noticias corren de boca en boca, sabían que Jesús, además de ser un buen predicador, hacía signos prodigiosos.
En la sinagoga, llena a rebosar, "todos los ojos estaban fijos en él", todos esperaban un buen sermón y, de paso, alguna sorpresa y muchas exclamaciones de admiración.
Jesús se estrenaba como predicador en su pueblo. Jesús abrió el libro y leyó el pasaje de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí"...cerró el libro y dijo: "Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír".
Este sermón, a sus paisanos, les pareció tan breve y tan malo que de la admiración pasaron a la indignación y de la indignación a llenarse los bolsillos de piedras.
Por lo visto no dijo lo que querían oír. A ninguna sinagoga, a ninguna iglesia se acude a oír lo que quisiéramos oír, para eso están los políticos, los que nos regalan los oídos con promesas imposibes, a la iglesia venimos a escuchar lo que necesitamos oír.
Sin salir de su asombro se preguntan: ¿cómo puede compararnos a nosotros, pueblo escogido, con esa viuda de Sidón o ese pagano Naamám? Nosotros no somos perros como esos paganos, somos el Israel de Dios.
Lo que no entendieron, lo que seguimos sin entender, es que nadie, ningún pueblo, ninguna iglesia tiene el monopolio de Dios. Jesús no es un predicador local sino universal. Jesús es nuestro y es para todos porque es el ser para los demás.
Jesús, a lo largo de su corta vida, predicó tan malos sermones que los suyos no lo aguantaron, sin embargo hizo las delicias de los enfermos, de los leprosos, de los marginados, de las prostitutas y de todos los pecadores...Estos sí querían oír lo que necesitaban oír, los judíos no oyeron de los labios de Jesús lo que ellos querían oír. No querían a un Jesús sorprendente sino a un Jesús etiquetado, el hijo de José y de María, no querían que se saliera del guión de siempre.
El hijo de José es y será la sorpresa de Dios y su interpretación de la Escritura no era un consuelo piadoso para los habitantes de Nazaret, no era una aministía local sino universal.
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