NADIE ES PROFETA EN SU PUEBLO

Domingo 3 de febrero
4º Tiempo ordinario
Lucas 4,21-30

De Nazaret no salió algo bueno sino Alguien bueno, Jesús de Nazaret, el hijo de José y de María, el hermano de Santiago y el primo de medio pueblo. A sus ojos, Jesús era un joven normal y corriente que, un buen día, se despidió de todos y se convirtió en un predicador itinerante.
Jesús, precedido por la fama, volvió a su pueblo y el sábado, como era su costumbre, fue a la sinagoga. Sus paisanos, las noticias corren de boca en boca, sabían que Jesús, además de ser un buen predicador, hacía signos prodigiosos.
En la sinagoga, llena a rebosar, "todos los ojos estaban fijos en él", todos esperaban un buen sermón y, de paso, alguna sorpresa y muchas exclamaciones de admiración.
Jesús se estrenaba como predicador en su pueblo. Jesús abrió el libro y leyó el pasaje de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí"...cerró el libro y dijo: "Hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír".
Este sermón, a sus paisanos, les pareció tan breve y tan malo que de la admiración pasaron a la indignación y de la indignación a llenarse los bolsillos de piedras.
Por lo visto no dijo lo que querían oír. A ninguna sinagoga, a ninguna iglesia se acude a oír lo que quisiéramos oír, para eso están los políticos, los que nos regalan los oídos con promesas imposibes, a la iglesia venimos a escuchar lo que necesitamos oír.
Sin salir de su asombro se preguntan: ¿cómo puede compararnos a nosotros, pueblo escogido, con esa viuda de Sidón o ese pagano Naamám? Nosotros no somos perros como esos paganos, somos el Israel de Dios.
Lo que no entendieron, lo que seguimos sin entender, es que nadie, ningún pueblo, ninguna iglesia tiene el monopolio de Dios. Jesús no es un predicador local sino universal. Jesús es nuestro y es para todos porque es el ser para los demás.
Jesús, a lo largo de su corta vida, predicó tan malos sermones que los suyos no lo aguantaron, sin embargo hizo las delicias de los enfermos, de los leprosos, de los marginados, de las prostitutas y de todos los pecadores...Estos sí querían oír lo que necesitaban oír, los judíos no oyeron de los labios de Jesús lo que ellos querían oír. No querían a un Jesús sorprendente sino a un Jesús etiquetado, el hijo de José y de María, no querían que se saliera del guión de siempre.
El hijo de José es y será la sorpresa de Dios y su interpretación de la Escritura no era un consuelo piadoso para los habitantes de Nazaret, no era una aministía local sino universal.