EL MUNDO ES DE TODOS. LUIS GUITARRA

NINGÚ ÉS PROFETA EN LA SEUA TERRA. ÉS JESÚS PROFETA EN LA NOSTRA TERRA?

BIENAVENTURADO EL QUE NO SE ESCANDALIZA DE MÍ

Domingo 31 de enero
4º del tiempo ordinario
Lucas 4,21-30

Las palabras de Jesús no agradaron a sus oyentes, que se habían hecho un Dios a su imagen y semejanza. Por eso trataron de arreglar el conflicto por la vía rápida: «Al oír esto todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del cerro donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó.»
Aquel día, en Nazaret, en su propio pueblo, comenzó la pasión de Jesús. Sus mismos paisanos lo sentenciaron a muerte. Por aquella vez, «Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó», si bien no sabemos cómo. Dos o tres años después, el pueblo entero lo empujaría fuera de la ciudad, lo subiría a un monte y lo asesinaría colgándolo de un madero. Desde el día en que habló en Nazaret se veía venir tan trágico final.
Las palabras de Jesús, en quien se ha manifestado la gracia salvadora de Dios, porque “Dios está con Él”, suscitan el favor y la admiración de sus oyentes, Pero inmediatamente surge el escándalo de que esa maravilla pueda hacerse realidad en “el hijo de José”.

Es el drama que acompaña toda la vida de Jesús y culmino en la cruz:  “si eres Hijo de dios, baja de la cruz”, y acompaña toda la historia. Dios quiere hacer a los hombres sus hijos, al modo divino, y los humanos nos representamos a Dios y querríamos que actuara como un “Superman”.

UNITS LES DIFICULTATS SÓN MENYS

JESÚS DEFENSA LA VERITAT AMB TOTES LES SEUES CONSEQÜÈNCIES

QUE TU ESPÍRITU, SEÑOR, MUEVA A TU IGLESIA A ACTUALIZAR HOY TU MENSAJE Y TU MISIÓN

Domingo 24 de enero
2º del tiempo ordinario
Juan 1,1-4,14-21

EL OJO: EL MEJOR ALUMNO
Érase una vez un seguidor de San Francisco de Asís que le pedía: "Francisco, enséñame a predicar". Y San Francisco le llevaba a visitar a los enfermos, a ayudar a los niños, y a dar comida a los pobres. Juntos recorrían las calles de Asís haciendo el bien a todos. El discípulo le preguntaba, ¿pero cuándo me vas a enseñar a predicar? Francisco le contestaba: "hermano, ya estamos predicando".
Predicando con el ejemplo, con la vida. Nuestra manera de vivir es nuestra predicación. No hace falta tener un micrófono o subir al púlpito para predicar. Todos somos predicadores. Nuestra presencia en la iglesia predica nuestra fe, nuestro amor a Jesús y nuestro deseo de vivir como él vivió.
Es más hermoso y práctico un sermón que vemos que un sermón que oímos.
Es más eficaz un sermón que camina que un sermón que se grita. ¿Por qué?
Porque el ojo es mejor alumno que el oído y el ejemplo es más claro que el consejo.

EL PAPA A NOVA YORK

JESÚS ENS AJUDA A TRANSFORMAR LES NOSTRES VIDES

HEM D'APRENDRE A CONVIURE AM ELS ALTRES, ÉS MÉS RENDIBLE

TRANSFORMEMOS NUESTRAS VIDAS, DE AGUAS TURBIAS EN BUEN VINO

Domingo 17 de enero
2ª del tiempo ordinario
Juan 2,1-11

¿Qué significa el símbolo de la transformación del agua en vino? Siguiendo con el simbolismo del evangelio, diríamos que  hay una cierta manera «aguada» de vivir la vida y, por lo tanto, de vivir la fe. Los cuatro  evangelistas señalan constantemente estas formas impropias para un buen encuentro o  matrimonio entre Dios y los hombres.
Así, por ejemplo: se señala la hipocresía de un culto exterior y legalista; el apego a las  tradiciones humanas sin tener en cuenta la esencia de la Palabra de Dios que debe ser  captada en el espíritu y no en la letra.
También se indica el centralizar la religión en los actos de culto y en las ofrendas del  altar, olvidándose de la ley suprema del amor al prójimo, tanto si es amigo como si es  extranjero o enemigo.
También es una religión aguada la que se contenta con rezar y dar alguna limosna,  soslayando el imprescindible deber de la justicia; o la que se cimienta sobre el culto a la  personalidad y el autoritarismo religioso, olvidándose que la autoridad es un servicio a la  comunidad y que el único Señor es Jesucristo, a quien se le debe absoluta fidelidad. En fin, solamente estamos señalando algunos aspectos de esta profunda transformación  a la que Jesús dedicará sus escasos años de vida, transformación que no solo no ha  terminado, sino que es la tarea constante de los cristianos, cualquiera que sea su posición  dentro de la Iglesia.
Jesús -y éste es el gran escándalo del Evangelio- descubre la inautenticidad de la  institución religiosa que no tiene en cuenta al hombre; que se transforma en fin de sí misma;  que no se pregunta por lo que el hombre necesita o exige; que antepone la ley al respeto al  otro, la norma a la conciencia.
Todo esto, y mucho más, está insinuado como tras ciertos velos en este primer signo de Jesús, un signo que hace acrecentar la fe inicial de los discípulos que están buscando la  fuente de la vida.
Si la religión no sirve para que el hombre viva más y mejor, con plenitud de persona, con sentido comunitario, con alegría, abundancia y paz…, entonces el hombre tiene derecho a  preguntarse para qué sirve tanta agua almacenada en nuestros libros, en los rituales o en  costumbres que hace mucho tiempo que han perdido su sabor.
Jesús llega para  transformar, no solamente el corazón del hombre, sino también sus instituciones religiosas y  sociales. Viene a establecer un nuevo estado de vida: un matrimonio en el que el novio y la  novia, Dios y la humanidad, se unen en la única felicidad del amor.

Hasta que no llegue ese  momento, será nuestra tarea seguir cambiando el agua en vino. Hacer de la vida una fiesta es, al fin y al cabo, el gran objetivo del Evangelio.

SAN JOAN DE DEU AMB ELS NECESSITATS MÉS NECESSITATS

Servisca com a resum de tot els que ahir ens van explicar els representants de l'Alberg Sant Joan de déu de València els valors que en aquesta casa tenen com a principi.

VALORS
El valor central de l'Ordre Hospitalària és l'HOSPITALITAT. És des de l'opció per aquest valor i el seu desenvolupament que, els que formem part de la família hospitalària, volem contribuir al desenvolupament i benestar de la nostra societat.

A partir d'ací, els valors assumits per tots els centres de l'Ordre Hospitalària en el món són:

HOSPITALITAT: Qualitat, Respecte, Responsabilitat i Espiritualitat

L'Hospitalitat s'expressa a través de la qualitat que és la base essencial del nostre servei i de la nostra gestió. La qualitat es tradueix en respecte per totes les persones que acudeixen als nostres serveis i als nostres centres.

El respecte és d'altra banda condició indispensable per a poder actuar de forma hospitalària en tot el que té a veure amb acolliment i acompanyament. Respecte al proïsme, a el “altre”, oferint-li una atenció a tota la seua dimensió humana amb una actitud comprensiva i justa en el nostre àmbit sanitari i social.

Acollir amb respecte a l'altre, ens porta irremissiblement a la responsabilitat, criteri fonamental per al nostre servei i gestió seguint fidelment els ideals de Sant Joan de Déu basats en la justícia, l'ètica i la sostenibilitat. Sens dubte “fer-se carregue” comprometre's amb la realitat de l'altre, de persones i col·lectius en situació de malaltia, vulnerabilitat o risc social, exigeix una gran dosi de responsabilitat. I finalment, des d'aquesta responsabilitat s'explica la dimensió o valor de l'espiritualitat per a guiar a cada persona en la seua cerca de significat, de religió i de transcendència. Des dels centres i cases de l'Ordre, s'ofereix atenció espiritual a totes les persones de manera independent que en alguns, aquesta vivint o siga viscuda o expressada a través d'altres confessions.

GERMANS DE SAN JOAN DE DEU



Demà la família de confirmació rebrem la visita dels germans de Sant Joan de Déu, per a passar un matí amb nosaltres i fer-nos participes del treball que realitzen per tot el món amb els més necessitats.


UNA IGLESIA POBRA PER ALS POBRES

SOY CRISTIANO PORQUE SOY AMADO POR MI HERMANO JESÚS

Domingo 10 de enero
Fiesta del bautismo de Jesús
Lucas 3,15-16.21-22

La fe cristiana no es ninguna receta para encontrar la felicidad. Ser creyente no hace desparecer de nuestra vida los conflictos, contradicciones y sufrimientos propios del ser humano. Pero en el núcleo de la fe cristiana hay una experiencia básica que puede dar un sentido nuevo a todo: Yo soy amado, no porque soy bueno, santo y sin pecado, sino porque estoy habitado y sostenido por un Dios santo que es amor insondable y gratuito.
Contra lo que algunos puedan pensar, ser cristiano no es creer que Dios existe, sino que Dios me ama y me ama incondicionalmente, tal como soy y antes de que cambie.
Ésta es la experiencia fundamental del Espíritu. El “bautismo del Espíritu” que nos recuerda el relato evangélico y que tanto necesitamos los creyentes de hoy. “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”.
Si no conocemos esta experiencia, desconocemos lo decisivo. Si la perdemos, lo perdemos todo. El sentido, la esperanza, la vida entera del creyente nace y se sostiene en la seguridad inquebrantable de saberse amado.
Para los primeros cristianos fue un problema responder a la pregunta de ¿por qué se bautizó Jesús, si Él no tenía pecado?
Cuando un hombre es encontrado culpable de algo, casi instintivamente nace en nosotros un movimiento de distanciamiento, rechazo y hasta repulsa. Parece la reacción normal de todo hombre que desea reafirmarse en la honestidad y rectitud de una conducta limpia.
Parece como que lo primero y quizás lo único que debemos hacer ante el culpable es separarnos de él, condenando su actuación y criticando su conducta. Tendemos a sentirnos más jueces que hermanos.
Sin embargo, quizás no es ésta la única postura ni siquiera la que más puede ayudar al hombre a rehacerse de su pecado, rehabilitarse y recuperar su dignidad perdida.
Con frecuencia, se han preguntado los creyentes por qué se hizo bautizar Jesús. Su gesto resulta sorprendente. Juan el Bautista predica “un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados”. ¿Cómo pudo, entonces, Jesús, el hombre justo y sin pecado, realizar un gesto que lo podía confundir con el resto de los pecadores?
La respuesta es, quizás, bastante clara para aquél que conozca un poco de cerca la actuación de Jesús de Nazaret.
Uno de los datos mejor atestiguados sobre Jesús es su cercanía y su acogida a hombres y mujeres considerados como “pecadores” en la sociedad judía. Es sorprendente la fuerza con que Jesús condena el mal y la injusticia y, al mismo tiempo, la acogida que ofrece a los pecadores.

Comparte la misma mesa con pecadores públicos, a los que nunca un judío piadoso se hubiera acercado. Ofrece su amistad a los sectores más despreciados por las clases “selectas” de Israel. Llegan a llamarle con desprecio “amigo de pecadores”.

CARTA A LOS REYES MAGOS

LOS REYES MAGOS DEL MUNDO

Miercoles 6 de enero
Epifania del Señor
Mateo 2, 1-12


Una historia de Etiopía nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:
No puedo dividir en tres partes lo que poseo. Os tocaría muy poco. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más astuto y sagaz. Dicho de otra forma, a mi mejor hijo. Encima de la mesa hay una moneda para cada uno. Tomadla. El que compre con esa moneda algo que pueda llenar toda la casa se quedará con todo.
Se fueron.
El primer hijo compró paja, pero sólo consiguió llenar la casa hasta la mitad.
El segundo compró sacos de plumas y tampoco la llenó.
El tercero -que consiguió la herencia- sólo compró un pequeño objeto. Una vela.
Éste esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.
La Navidad es la historia de un viaje de ida y vuelta.
Dios vino en pobreza y en debilidad y los suyos no lo reconocieron ni lo recibieron.
Este viaje es una epifanía, una manifestación de Dios.
La vida del creyente es también la historia de un viaje, un viaje al encuentro con Dios. Si Dios viene a mi encuentro, yo también tengo que salir a su encuentro.
Navidad es la cita del amor. En el amor verdadero siempre hay dos corazones latiendo al mismo ritmo.
Navidad es la cita del amor de Dios con cada uno de sus hijos.
Navidad es el viaje de Dios que sale a nuestro encuentro.

TRIST PERÒ CERT

¡NO SEAMOS MÁS DE LO MISMO!

Domingo 3 de enero
2º domingo de Navidad
Juan 1,1-18

La Navidad, en sí misma, no nos trae la seguridad de cambiar a mejor. O, dicho de otra manera, cuando dejamos de lado el aspecto más genuino de estos días (el Nacimiento de Cristo) y los humanizamos demasiado, se puede caer en el extremo contrario: no se puede imponer a nadie ser bueno por el hecho de ser Navidad. Y, al contrario, todo el que viva mirando a la estrella de la fe la Navidad, a la fuerza, ha de intentar ser mejor mirando al mejor de los mejores: Cristo en el pesebre.
La Navidad, además de conmovernos, ha de situarnos ante nuestra propia vida. La  llegada de un niño tambalea, condiciona, alegra y hasta altera la dinámica de un hogar: todo gira en torno a él. Con Jesucristo ocurre algo parecido. Ha venido para quedarse en medio de nosotros, para acampar junto a nosotros y para llenarnos e inundarnos de su luz. ¿Cómo no vamos hacer lo posible por buscarle cuando, el Señor, nos trae un haz de luz?
Y, si Dios, nos ha dado un Niño, a partir de este momento estamos llamados a cuidarlo. A intentar, por todos los medios, que nuestra vida sea agradable para El. En definitiva a cambiar en lo que tengamos que cambiar y hacer de nuestra Iglesia, de nuestra familia, de nuestra existencia un lugar confortable para que Jesús pueda manifestarse y ser creíble por nuestras palabras y obras. ¿Seremos capaces?
Una familia, ante la llegada de un niño, no queda paralizada por el acontecimiento. Por el contrario;  se pone en movimiento, en pie. Y, cuando el niño llora, se le acuna; y cuando tiene hambre, se le ofrece alimento y cuando tiene frío o calor, se le abriga o se le quita la ropa.
Con Jesús también ocurre lo mismo; llora cuando nuestra vida cristiana va en dirección contraria a su Palabra; siente frío cuando ve que perdemos los sentimientos de solidaridad o de paz; está hambriento, cuando malgastamos por el camino fuerzas entregadas al mal y no esfuerzos para el bien.
¿Qué vamos hacer con este Niño que nos ha nacido? ¿Cambiaremos en algo?
Un Niño se nos ha dado. Ha llenado nuestras casas de luces y de colores; por Él hemos saboreado dulces y nos hemos deseado la paz en multitud de idiomas.  ¿Qué falta entonces?
Ni más ni menos que procurar que, ese Niño, lejos de palidecer, crezca vigorosamente en nuestro interior. En nuestra vida cristiana. Que así sea.

¡Dios ha nacido! ¡No sean, estos días, más de lo mismo!