EL ESPÍRITU DE JESÚS ESTA ENTRE NOSTROS

Domingo 24 de mayo
Domingo de pentecostes
Juan 20, 19-23


El Espíritu hace a Jesús pobre, desinteresado, desprendido. El Espíritu de Jesús nos lleva a usar de todo lo que tenemos para el Reino, porque no queremos tirar la vida, no consentimos en desperdiciar nada, ni la salud ni el dinero, ni la inteligencia, ni la habilidad, ni el tiempo ni nada… porque todo esto puede ser precioso para siempre y no nos conformamos con sea sólo agradable para unos años.
Reconocemos que actúa en nosotros el Espíritu de Jesús cuando sentimos cierto recelo ante la comodidad, ante el placer, ante la seguridad, ante la felicidad que producen las cosas de fuera a dentro, cuando nos sentimos inquietos si nos aprecia todo el mundo, cuando sentimos satisfacción interior en el esfuerzo, en la austeridad, en la ayuda desinteresada y anónima, cuando tenemos que sufrir por la verdad, por el perdón, por la honradez. Y nos damos cuenta de que todo eso no nace simplemente de nosotros sino que es el Espíritu de Jesús el que lo produce, y estamos agradecidos de que se nos exija, porque así salvamos esta vida de la mediocridad, y de la muerte.
Reconocemos el Espíritu de Jesús cuando “sentimos a Dios”, dentro de nosotros y en todas las cosas, cuando percibimos que está ahí, hablando constantemente, exigiendo y perdonando y alentando la vida y liberando, y experimentamos que podemos conectar con Él en lo más íntimo, y que no llamamos FE a una serie de dogmas, sino a experimentar su Presencia Liberadora que cambia la vida y la hace válida.

Y sentimos que todo esto no nos lo inventamos sino que lo recibimos de Él, y sentimos que la vida es más, que hay un sentido y un plan y una presencia y un futuro.