LA CONFIANZA NACE DEL AMOR Y DEL COMPROMISO

Domingo 8-10-17
27 del tiempo ordinario
Mateo 21,33-43

Cientos, miles de profetas han intentado enderezar esta historia humana, crear un mundo habitable. Hay luchas a muerte entre los que buscan un mundo más humano, más libre, más justo y los que se oponen a él. Muchas veces resulta difícil dictaminar quiénes son las víctimas y los verdugos, quiénes son los trabajadores que Jesús quiere para su viña.
Muchos de nosotros tenemos momentos en que actuamos como buenos braceros de su campo y otros en que nos ciega la ambición; algunos no han podido ir a trabajar, a otros nadie les ha contratado, otros han ocupado cátedras o ambones, otros negocios sucios, otros son “personas de la vida”, durmiendo unos por los huecos en los portales, también las prostitutas trabajando por su vida, y gentes y gentes de “mal vivir”, “chusma indeseable viviendo en la miseria”, como les llaman los “doctores”.
Dios quiere frutos en la viña. Él nos habló de ellos con toda claridad: amor realizado en solidaridad, fraternidad, servicio mutuo, justicia a los más desfavorecidos, perdón, amor ante todo. Las crisis económico sociales provocadas por nosotros, no son un fallo de Dios, son nuestros errores, nuestros pecados. Cuando andamos por medio, nada hay seguro, puede ocurrir lo mejor y lo peor: injusticias, codicia, ambiciones, pobreza, paro, niños que mueren de hambre en el regazo de sus madres.

¡Ojala fuera siempre así! Ojala que cuando oigamos una palabra justa de condenación, de crítica, de denuncia desde los más altos jerarcas hasta el último de los ciudadanos, también tuviéramos nosotros la lealtad de reconocer: “va por nosotros, va por mí”. Al hijo del señor de la parábola decidieron matarlo, qué hubiéramos hecho nosotros, posiblemente no nos atrevamos a decirlo.