JESÚS ESTA CONTINUAMENTE HABLÁNDONOS DE AMOR, ¿Y NOTROS DE QUE HABLAMOS...?

Domingo 29 de octubre
30 del tiempo ordinario
Mateo 22,34-40

El amor al prójimo se convierte en el cristianismo  en el termómetro que nos indica si amamos y en qué medida a Dios. Y eso es camino. Con razón decía San Juan de la Cruz que somos como un leño verde en el fuego: primero se seca, luego se incendia la parte externa hasta que todo se convierte en pura ascua. ¿Para qué hemos nacido? Para aprender a amar.
Muchas veces pensamos que la fe y el Evangelio es algo que sirve para conservar las cosas en orden y tranquilidad y cada uno en su casa, mientras que, en realidad, el Evangelio propone un modo de vivir distinto, un mundo distinto basado en el amor. Y precisamente nuestra sociedad no se basa en el amor, sino en el lucro, en la ganancia, en el apañarse cada uno como pueda para tirar adelante…
El derecho al dinero que uno ha ganado no es, en realidad, ningún derecho. Un cristiano no puede decir: “Esto es mío, pero como soy buena persona, haré caridades”. No, no es eso. Sino que nuestro deber, el deber de un cristiano, por Ley de Dios, es pensar que lo que tenemos ha de estar de algún modo al servicio de todos, es decir, al servicio de los que tienen menos que nosotros. Y así cumpliremos el mandamiento de Jesús que hemos escuchado en el evangelio: el mandamiento de amar a los demás, que es la consecuencia primera y palpable del primer mandamiento -el del amor a Dios- y está unido indisolublemente con él.

Sí, a mi me parece que el evangelio y las lecturas de hoy deberían hacernos reflexionar sobre el funcionamiento de nuestro mundo, sobre lo mucho que debería cambiar todo para que todo eso se acercara un poco más al plan de amor de Dios. Debemos reflexionar, y ver si en nuestra actuación concreta hay algo que también deba cambiar.