JESÚS NOS INVITA A PERDONAR HASTA EN LOS MOMENTOS MÁS DIFÍCILES

Domingo 17 de septiembre
24 del tiempo ordinario
Mateo 18,21-35

Jesús me manda hacer cosas imposibles: amar a mis enemigos, bendecir y orar por los que me insultan, servir gratis, sin esperar ni siquiera las gracias y me manda, lo que no quiero ni puedo hacer, PERDONAR a los que me critican.
Corrie Ten Boom cuenta en su autobiografía que terminada la guerra y liberada de un campo de concentración Nazi predicó un sermón en la iglesia sobre el PERDÓN.
Al terminar el sermón, un hombre, con una mano extendida y una gran sonrisa, se dirigió hacia ella.
Corrie lo reconoció; era el jefe de los vigilantes del campo donde ella y su hermana habían estado encarceladas por haber escondido en su casa a unos judíos y donde su hermana había muerto.
El guarda le dijo: “Oh, Fraulein, le estoy muy agradecido por su mensaje poderoso. Qué alegría pensar que Jesús ha lavado todos mis pecados”.
Corrie, paralizada, no podía levantar la mano.
“Los pensamientos de venganza hervían dentro de mi, vi el pecado…y no podía hacer nada. No sentí la menor chispa de amor o caridad, así que susurré una oración en silencio. Jesús, no puedo perdonarle, por favor dame tu perdón”.
La oración ofrecida, pudo levantar la mano y estrechar la del hombre que la había torturado.
Historia de un perdón grande. Nuestra vida debería estar llena de perdones pequeños que son tan difíciles de ofrecer como los grandes.
La fuerza de perdonar de corazón no es nuestra, se la tenemos que pedir a Jesús que es el que nos manda perdonar como condición para ser perdonados.
Conversaban dos hombres un día y uno le confiesa al otro, cada vez que discuto con mi mujer se pone histérica. El otro le dice, eso no es nada, la mía se pone histórica.
¿Qué quiere decir histórica? Le pregunta.
Que me suelta la letanía de todos mis defectos y desprecios y errores que he cometido desde el día primero que nos conocimos.
Todos nos ponemos históricos porque ni hemos perdonado ni olvidado. Somos prisioneros del pasado, de unas relaciones familiares, sociales o comunitarias que nos quitan la paz, nos impiden ser felices y libres y cristianos de verdad.
El oficio de Dios es perdonar y lo hace bien y siempre. 
El cristiano es un ser que perdona. El PERDÓN es la llave maestra que sana todas las relaciones humanas.