EL PERDÓN NOS HARÁ GRANDES Y NOS LLEVARA A LA PAZ


Domingo 10 de septiembre
23 del tiempo ordinario
Mateo 18,15-20

La fraternidad es la primera consigna constitucional para la Iglesia. La constitución de la Iglesia tiene -podríamos imaginar- este artículo fundamental: “Todos sois hermanos. Comportaos como hermanos”. Una fraternidad no sentimental o puramente humanista, sino fruto de lo que constituye la fe cristiana: “Todos sois hijos de Dios. Comportaos como hijos del Padre que es Amor”.

La tribu Babemba de Sudáfrica celebra el siguiente ritual para corregir la conducta criminal o antisocial de sus miembros.
Si un miembro de la comunidad actúa irresponsablemente se le coloca en la plaza del pueblo. El trabajo cesa, y todos los hombres, mujeres y niños forman un gran círculo alrededor del acusado. Y uno a uno, incluidos los niños van diciendo las virtudes y todas las cosas buenas que el acusado ha realizado.
No se puede ni mentir ni exagerar ni inventarse nada. No se puede decir ninguna cosa negativa del acusado.
La ceremonia dura un par de días hasta que todos han tenido la oportunidad de contar sus bondades.
Al final el círculo se rompe, la fiesta comienza y la persona es acogida de nuevo en la comunidad. El acusado se siente fortalecido y animado a vivir de acuerdo con las normas e ideales de la comunidad.
El mal existe, las conductas antisociales existen, el pecado existe a mi alrededor y dentro de mí. Y el pecado existe en la comunidad de Jesús. Somos una comunidad de pecadores.
En el evangelio de hoy Jesús nos dice cómo hay que resolver las situaciones conflictivas, cómo hay que tratar al pecador, a los hermanos.
La iglesia es responsable de la vida cristiana de todos sus miembros. Su misión es la de reconciliar a todos con Dios y a los hermanos con los hermanos.
Que ninguno se pierda. Que ninguno almacene el veneno del odio.