JESÚS NOS DA LA VIDA PARA VIVIRLA POR Y PARA LOS DEMÁS


Domingo 4 de agosto
18º del tiempo ordinario
Lucas 12, 13-21

Cuentan que Buda tuvo que refugiarse en la cabaña de un pescador a causa de una tormenta. El pescador que no sabía quién era su huésped, le ofreció una humilde cena y una cama.
A la mañana siguiente, al despedirse, Buda le dijo quién era, le dio las gracias por la hospitalidad y le dijo que le pidiera lo que quisiera.
"Quiero oro", le dijo el pescador.
Preocupado por su bienestar, Buda le aconsejó: "El oro adquirido sin esfuerzo es una maldición, no una bendición. Te enseñaré por tanto la manera de adquirirlo".
En la playa, en frente de tu casa, hay una piedra mágica. Si la encuentras y tocas con ella un trozo de acero, éste se convertirá en oro.
El pescador que llevaba una pulsera de acero se puso de inmediato a buscar la piedra mágica. Tocaba su pulsera con las piedras y las lanzaba al mar. El ansia del oro no le permitía descansar. Y así fue lanzando todas las piedras al mar.
Finalmente, miró su pulsera y, oh sorpresa, se había convertido en oro. Pero, ¿dónde estaba la piedra mágica? La había lanzado al fondo del mar.
La piedra mágica se había perdido en el frenesí avaricioso de encontrarla y hacerse rico.
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Jesús".
La piedra que transforma la vida entera en oro, en felicidad, en riqueza eterna, "en darte buena vida" es haberla vivido con y para los demás desde el único mandamiento de Jesús, el del amor por los demás.