JESÚS NOS QUIERE CON LAS MÁS NECESITADOS
Domingo 1 de septiembre
22 del tiempo ordinario
Lucas 14,1.7-14
Jesús
nunca toleró que sus discípulos ambicionaran los primeros puestos y proclamó de
muchas maneras las preferencias de Dios por los pobres, los humildes, los
pequeños y los que más sirven. Ése fue su estilo y así lo enseñó a sus
discípulos. Y porque Jesús era así, se le juntaban con gusto los pobres, los
pecadores, los despreciados, los niños, los últimos. Nadie le tenía miedo. No
es de extrañar que a Jesús no le gustara aquel día el empeño de los convidados
por escoger los primeros puestos.
Es
que nunca nos ha resultado fácil vivir en humildad. Nos parece que, si nos
ponemos entre los últimos, no se nos reconoce en lo que valemos y nos señalarán
como unos pobres fracasados. Nunca terminamos de aprender del todo que para los
que decimos sí a Jesús, la verdadera grandeza se adquiere en el servicio
humilde a los hermanos. Tenemos que hacernos a la idea de que nuestro sitio en
la vida no está donde más resplandezcamos, sino donde mejor podamos ayudar y
servir a los hermanos.
Cuando
hayamos servido a los más pobres, nos pagará el Señor, que paga bien. Nuestro
empeño será estar con los últimos, hacernos pequeños, no ser importantes y
parecernos a Jesús, manso y humilde de corazón.
SON NIÑAS Y NIÑOS......SÓN XIQUETS I XIQUETES.....

La esclavitud infantil
Los datos dicen que las distintas formas de esclavitud infantil van en aumento. Una realidad en la que todos estamos involucrados y no hay lugar para la indiferencia.
Niños y niñas sin padres porque éstos han abandonado a la familia y han sido reclutados por la miseria material y moral. Y todo para morir en el frente de la explotación, el alcoholismo, las drogas, las adicciones al juego y todas las formas de degradación que se nos ocurran.
Niños sin padres o sin madres porque éstos han sentido con horror que muerde con rabia el hambre. Un hambre que les impedirá ofrecer a sus hijos un futuro en la barraca que les vio nacer. Un hambre que les obliga a migrar para ser avanzadillas de nuevas migraciones.
Niños soldados. Niñas esclavas sexuales de soldados. Niños que han sido obligados a matar a sus padres después de ser reclutados por los ejércitos de parias que surgen por doquier para reivindicarse ante los ejércitos oficiales, para pelear en pos del dios-dinero y del dios-poder al que unos y otros rinden pleitesía.
Niñas ofrendadas por sus padres en matrimonios forzosos. Niños ofertados a tratantes y mafias que juegan a carroñar en el dolor y el sufrimiento provocados por la guerra del descarte que se libra en las periferias rurales y urbanas.
Niños que han sido bombardeados en sus casas, en sus barrios, en sus escuelas, en los hospitales,… niños que al abrir los ojos entre los escombros se han encontrado a sus padres muertos y han sido recogidos en un estado de shock.
En ocasiones, ya salen en nuestras noticias, son los propios menores los que corren despavoridos de la misma miseria que amenaza con aniquilar a toda su familia. Aquí los llamamos “menores no acompañados”, con ese desparpajo con el que la estadística y la sociología de los burócratas suele tratar a los que parece que sólo son eso: estadísticas y problemas burocráticos administrativos.
La violencia de la miseria estructural, provocada y mantenida en determinadas zonas del planeta, así como la violencia de la guerra que azota de forma crónica a otras tantas, están en el origen de este desahucio permanente al que se somete a un sector ingente de niños y jóvenes.
La esclavitud infantil exige una defensa honrada de los derechos humanos y exige familia humana, solidaridad y fraternidad.
Niños y niñas sin padres porque éstos han abandonado a la familia y han sido reclutados por la miseria material y moral. Y todo para morir en el frente de la explotación, el alcoholismo, las drogas, las adicciones al juego y todas las formas de degradación que se nos ocurran.
Niños sin padres o sin madres porque éstos han sentido con horror que muerde con rabia el hambre. Un hambre que les impedirá ofrecer a sus hijos un futuro en la barraca que les vio nacer. Un hambre que les obliga a migrar para ser avanzadillas de nuevas migraciones.
Niños soldados. Niñas esclavas sexuales de soldados. Niños que han sido obligados a matar a sus padres después de ser reclutados por los ejércitos de parias que surgen por doquier para reivindicarse ante los ejércitos oficiales, para pelear en pos del dios-dinero y del dios-poder al que unos y otros rinden pleitesía.
Niñas ofrendadas por sus padres en matrimonios forzosos. Niños ofertados a tratantes y mafias que juegan a carroñar en el dolor y el sufrimiento provocados por la guerra del descarte que se libra en las periferias rurales y urbanas.
Niños que han sido bombardeados en sus casas, en sus barrios, en sus escuelas, en los hospitales,… niños que al abrir los ojos entre los escombros se han encontrado a sus padres muertos y han sido recogidos en un estado de shock.
En ocasiones, ya salen en nuestras noticias, son los propios menores los que corren despavoridos de la misma miseria que amenaza con aniquilar a toda su familia. Aquí los llamamos “menores no acompañados”, con ese desparpajo con el que la estadística y la sociología de los burócratas suele tratar a los que parece que sólo son eso: estadísticas y problemas burocráticos administrativos.
La violencia de la miseria estructural, provocada y mantenida en determinadas zonas del planeta, así como la violencia de la guerra que azota de forma crónica a otras tantas, están en el origen de este desahucio permanente al que se somete a un sector ingente de niños y jóvenes.
La esclavitud infantil exige una defensa honrada de los derechos humanos y exige familia humana, solidaridad y fraternidad.
(Fuente: Grupo Solidaridad)
JESÚS NOS INVITA A SEGUIR SU CAMINO
Domingo 25 de agosto
21º del tiempo ordinario
Lucas 13,22-30
Gandhi
escribía que «las religiones son distintos caminos que desembocan en el mismo punto.
¿Qué importa que vayamos por distintos caminos si alcanzamos la misma meta?».
Cunado
Jesús nos dice que la puerta de la salvación es estrecha nos está diciendo que
no basta con pertenecer al pueblo judío, no basta con afirmar que hemos comido
y bebido con el Señor. Por dos veces se repite la misma frase de Jesús: «No sé
quiénes sois». Pero, al mismo tiempo, la puerta estrecha se convierte en ancha:
«Hay últimos -es decir, no judíos- que serán los primeros, y hay primeros -es
decir, judíos- que serán últimos». Y empalmando con el texto de Isaías de la
primera lectura, «vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se
sentarán en el reino de Dios».
No
basta con la pertenencia a la Iglesia para sentirse tranquilo y creer que se ha
encontrado ya la salvación prometida, en su sentido integral, y la entrada en
el reino de Dios. De ninguna manera bastan nuestros títulos de «católicos
practicantes» o de pertenencia a ciertos movimientos religiosos, para poder
estar tranquilo ante Dios y ante mi conciencia. No basta con que me considere
un fiel hijo de la Iglesia y defensor estricto de la ortodoxia, como tampoco el
progresismo cristiano y el vivir al ritmo de los tiempos constituye una
garantía de la salvación.
Hay
que esforzarse en entrar por la puerta estrecha -el evangelio de Juan presenta
a Jesús como la puerta por la que hay que entrar-. Jesús presenta, al mismo
tiempo, un camino ancho: porque nos habla de un Padre que es ternura y amor, no
nos asfixia con normas y leyes, pone al hombre por encima del sábado y de la
ley, y respeta nuestra libertad y nuestra conciencia. Pero, al mismo tiempo, su
camino es estrecho: exige entrar por su puerta, vivir como él vivió, intentar
reproducir sus actitudes y sentimientos. Si no luchamos por vivir así, nuestras
pertenencias, hechas de fidelidades o de progresismos, nos van a valer de poco.
Podemos escuchar aquella dura frase de Jesús en el momento definitivo: «No sé
quiénes sois»
JESÚS NOS INVITA A TRABAJAR POR UN MUNDO MEJOR Y MÁS SOLIDARIO
Domingo 18 de agosto
20º del tiempo ordinario
Lucas 12,49-53
No
son fáciles las palabras de Jesús: “No he venido a traer paz al mundo, sino
división. En adelante una familia estará dividida… el padre contra el hijo y el
hijo contra el padre… ¿Se contradice Jesús cuando afirma: “mi paz os doy”? ¿Qué
nos quiere decir hoy?
Es
frecuente oír, incluso en ambientes cristianos, que ante todo es necesario
observar la ley y el orden establecido. Es cierto que la ley y el orden son
necesarios en toda sociedad, pero con frecuencia se defienden sin tener en
cuenta si el orden establecido es o no es un auténtico desorden social en el
que se garantizan o no los derechos de la persona; o si se ha logrado que las
masas empobrecidas coman y encuentren trabajo, o si se han eliminado las
guerras y las armas nucleares…
El
Evangelio de Jesús no es belicoso, sino sembrador de paz, de justicia, de
fraternidad para quien se comprometa a ser coherente con él. Y esto no siempre
es “bien visto y compartido por todos”.
Quien
quiera ser creyente en Jesús no puede ser fatalista, buscando, ante todo,
tranquilidad y falsa paz. No puede ser inmovilista justificando el actual orden
de cosas, sin trabajar con esfuerzo creador y solidario por un mundo mejor; ha
de vivir y actuar movido por la aspiración de colaborar en cambiar la humanidad
hacia la justicia y el establecimiento de un orden nuevo.
JESÚS NOS DA LA VIDA PARA VIVIRLA POR Y PARA LOS DEMÁS

Domingo 4 de agosto
18º del tiempo ordinario
Lucas 12, 13-21
Cuentan que Buda tuvo que refugiarse en la cabaña de un pescador a causa de una tormenta. El pescador que no sabía quién era su huésped, le ofreció una humilde cena y una cama.
A la mañana siguiente, al despedirse, Buda le dijo quién era, le dio las gracias por la hospitalidad y le dijo que le pidiera lo que quisiera.
"Quiero oro", le dijo el pescador.
Preocupado por su bienestar, Buda le aconsejó: "El oro adquirido sin esfuerzo es una maldición, no una bendición. Te enseñaré por tanto la manera de adquirirlo".
En la playa, en frente de tu casa, hay una piedra mágica. Si la encuentras y tocas con ella un trozo de acero, éste se convertirá en oro.
El pescador que llevaba una pulsera de acero se puso de inmediato a buscar la piedra mágica. Tocaba su pulsera con las piedras y las lanzaba al mar. El ansia del oro no le permitía descansar. Y así fue lanzando todas las piedras al mar.
Finalmente, miró su pulsera y, oh sorpresa, se había convertido en oro. Pero, ¿dónde estaba la piedra mágica? La había lanzado al fondo del mar.
La piedra mágica se había perdido en el frenesí avaricioso de encontrarla y hacerse rico.
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Jesús".
La piedra que transforma la vida entera en oro, en felicidad, en riqueza eterna, "en darte buena vida" es haberla vivido con y para los demás desde el único mandamiento de Jesús, el del amor por los demás.
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