LA PASIVIDAD NOS ANULA

Domingo 16 de noviembre
33 del tiempo ordinario
Mateo 25, 14-30

Qué fácil caer en el conformismo, adaptarnos a la moda de turno, seguir los caminos superficiales que siguen todos.
A unos los paraliza el miedo a correr riesgos. A otros los asusta el asumir responsabilidades que les complicarán la vida. Hay quienes se han incapacitado para todo lo que requiera esfuerzo y prefieren vivir satisfaciendo los instintos de siempre.
Pero esa vida, aparentemente la más fácil y cómoda, es triste y dura porque, como decía san Gregorio de Nisa es una “vida muerta”. Una vida sin vida y sin alegría verdadera.
La parábola de los talentos es realmente sorprendente: Jesús condena de manera tajante al hombre que solo sabe conservar su vida “enterrándola” por miedo a riesgos y complicaciones posibles.
Seguir a Jesús es, más bien, vivir creciendo. Liberarnos día a día de todo lo que desde dentro o desde fuera nos bloquea y paraliza. Romper ataduras, servidumbres y cobardías que nos esterilizan y matan como hombres y como creyentes.
Siempre podemos cambiar y ser mejores. Siempre podemos liberar en nosotros las fuerzas de una vida más noble y generosa. Intensificar nuestro amor a cada persona. Generar más vida a nuestro alrededor.
A mí esto me recuerda a multitud de personas en nuestras comunidades que se mantienen pasivas, sin asumir ninguna tarea, porque dicen que no saben o no valen o no pueden. Pienso con pena en todas esas personas sencillas que les paraliza el no tener una carrera o la pobreza económica o la falta de conocimientos especiales, como si Dios los hubiera puesto en la vida sin dones de ninguna clase. Se encierran en su vida y ofrecen la imagen de que la Iglesia de Dios es tarea solamente de listos y gentes bien preparadas.
En la Iglesia de Jesús no hay inválidos. Todos valemos para algo. No podemos enterrar nuestro talento.