AMAD A VUESTROS ENEMIGOS Y REZAD POR LOS QUE OS PERSIGUEN

Esta es una historia verdadera. Sucedió en Canadá. Es la historia de dos agricultores que vivían cerca el uno del otro.
Un día el perro de uno de ellos se soltó y a dentelladas mató al niño de dos años de su vecino.
El padre del niño angustiado cortó la comunicación y la relación con su vecino y los dos hombres vivieron en amenazante enemistad durante años.
Y un buen día el fuego arrasó la propiedad del agricultor dueño del perro y destruyó su granja y sus herramientas.
No podía ni labrar sus tierras ni sembrarlas y su futuro era negrísimo.
Pero a la mañana siguiente se despertó y encontró sus tierras labradas y listas para la siembra.
Preguntó y supo que el que había hecho esta buena acción no era otro que su enemigo, su angustiado vecino.
Con mucha humildad salió en su busca y le preguntó por qué lo había hecho.
Su respuesta fue la siguiente: “Labré tus tierras para que Dios siga vivo”.
El amor cristiano es mucho más que afecto y amistad, es perdón y reconciliación, es gracia y resurrección.
Jesús ha venido para inspirarnos, para animarnos a vivir la armonía plena con Dios, con los hombres todos y con la naturaleza, su creación.
Como decía el agricultor canadiense para que Dios siga viviendo y destruyendo el muro que nos separa, el odio.
“En el pasado se os dijo; Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”.
Dios perdona, su oficio es perdonar.
¡Feliz Domingo!