EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA

Domingo 28 de julio
17º del tiempo ordinario
Lucas 11,1-13

El padrenuestro, que Jesús enseña a sus discípulos como modelo de oración y que nosotros recitamos tan a menudo, nos muestra cuán amplios deben ser nuestros deseos y anhelos de ser consecuentes con lo que decimos.
El padrenuestro comienza invitándonos a desear que el nombre de Dios sea conocido y amado por todas partes. Porque este debe ser el gran anhelo cristiano: que Jesús y su amor estén presentes en la vida de todos los hombres y mujeres del mundo.
Después, pedimos que venga el Reino de Dios y que la voluntad de amor de Dios llegue a todo el mundo. ¿Qué quiere decir Reino de Dios?, ¿qué quiere decir que la voluntad amorosa de Dios se realice ya ahora en la tierra? Quiere decir que se haga realidad todo lo que Jesús enseñó. Quiere decir que el mundo sea tal como Jesús nos dijo. Quiere decir que el amor y la fraternidad sean lo que marque la vida de los hombres y nadie quede al margen de una vida digna. Ciertamente sería muy poco cristiana nuestra plegaria si estos deseos no formasen parte importante de ella.
Después pedimos que no nos falte el pan. A cada uno de nosotros y a todos los hombres. Que no nos falte lo necesario para vivir, y que no le falte a nadie. Y que no nos falte el pan del Espíritu, todo aquello que nos ayuda a crecer como personas y como creyentes. Y finalmente, con mucho realismo, el padrenuestro nos hace mirar nuestra realidad débil y pecadora, y nos hace recordar que podemos caer en el mal, en males de toda clase, del cuerpo y del espíritu. Y nos hace pedir perdón, y nos hace pedir que seamos liberados del mal.
Todo esto es lo que Jesús nos enseña a pedir. Todo esto debe formar parte de nuestra oración confiada a Jesús, que es nuestro hermano, es amigo, es compañero de camino