Domingo 7 de octubre
27º del tiempo ordinario
Marcos 10, 2-16
Jesús
ofrece una visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la
“dureza de corazón” de los varones. Mujeres y varones se unirán para “ser una
sola carne” e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni
sumisión.
Este
proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El
varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La
mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a
vivir unidos por un amor libre y gratuito.
El
hombre y la mujer “no son dos, sino una sola carne”, es decir se funden en una
unidad que es tanto como decir una perfecta igualdad en dignidad y derechos,
por más que sean tan patentes las diferencias. La diferencia es un hecho. La
igualdad es un derecho. Deducir de este evangelio lo que Jesús no puedo
pretender decir, ya que ni se lo preguntaron, es manipular (por ignorancia) lo
que dijo Jesús.
Hemos
de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y
su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo
reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso,
violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer
de la “dureza de corazón” de los varones?