Domingo 27-7-14.
17º del tiempo ordinario.
Mateo 13,44-52
Hoy ni nunca, pero hoy menos que nunca no se puede ser
cristiano por nacimiento, hay que ser cristiano por una decisión personal,
después de una experiencia de que en Jesús encontramos el sentido y la meta de
nuestra vida.
No se puede ser cristiano sin una opción personal por la fe:
que significa admitir a Dios como el único Señor, como un Padre misericordioso
con todos, que ama al hombre con un amor sin límites y que ha querido
intervenir en la historia por medio de su Hijo Jesús
Pero difícilmente desde
la sinceridad podemos decir, que la fe es para nosotros, el “tesoro escondido”
o la “perla preciosa” por la que merece venderlo todo…
Cuántas veces, al ver la actitud resignada de los
cristianos, la observancia rutinaria de nuestras obligaciones religiosas, el
conformismo de nuestras vidas y la falta de alegría de nuestras celebraciones,
uno se siente inclinado
a pensar que los creyentes no sabemos disfrutar de nuestra fe, del gozo de
creer en Dios. Se diría que la religión se ha convertido para muchos en un
peso, en una costumbre, en una rutina o en una obligación. Dios no parece ser
fuente de gozo y alegría para los creyentes.
¿Qué podemos hacer los cristianos para que nuestra fe en Dios
no sólo no se desmorone, sino que salga fortalecida?
Lo primero y más decisivo que estamos necesitando no es
aprender cosas sobre Dios, sino encontrarnos con El. Curarnos de tanta prisa y
de tanta superficialidad y detenernos ante Dios para abrirnos con confianza y
con sinceridad a su misterio. Porque lo triste de nuestro tiempo es que muchos
han abandonado la fe cristiana sin saber nada de ella, sin haber siquiera
vislumbrado la riqueza, la esperanza, la felicidad, la alegría…que para el
hombre se encierra en ella…
Nuestra época necesita testigos alegres de la fe. Hombres y
mujeres capaces de disfrutar, celebrar y gozar de su fe en Dios.