ESCUCHEMOS A LOS DEMÁS Y ESCUCHAREMOS A JESÚS
Domingo 21 de febrero
2º de Cauresma
Lucas 9,28b-38
Los
hombres ya no tenemos tiempo para escuchar. Nos resulta difícil acercarnos en
silencio, con calma y sin prejuicios al corazón del otro para escuchar el
mensaje que toda persona nos puede comunicar.
En
este contexto, tampoco resulta extraño que a los cristianos se nos haya
olvidado que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Y, sin embargo,
solamente desde esa escucha, cobra su verdadero sentido y originalidad la vida
cristiana. Más aún. Solo desde la escucha nace la verdadera fe.
La
experiencia de escuchar a Jesús puede ser desconcertante. No es el que nosotros
esperábamos o habíamos imaginado. Incluso puede suceder que, en un primer
momento, decepcione nuestras pretensiones o expectativas.
Su
persona se nos escapa. No encaja en nuestros esquemas normales.
Sentimos
que nos arranca de nuestras falsas seguridades e intuimos que nos conduce hacia
la verdad última de la vida. Una verdad que nos cuesta mucho aceptar.
Quizás, tengamos que empezar por elevar desde el fondo de nuestro
corazón esa súplica que repiten los monjes del monte Athos: “Oh Dios, dame un corazón que sepa
escuchar”.
ES MOMENTO DE DECIDIR DE COMO QUIERES VIVIR TU VIDA
Domingo 14 de febrero
Domingo de Cuaresma
Lucas 4,1-13
La
lucha entre el bien y el mal estarían en un ámbito superior donde nada podemos
hacer. Nosotros simplemente la sufrimos. Es una forma fácil de eludir nuestra
responsabilidad.
Un
cuento de Toni Roberson nos puede ayudar a comprenderlo:
Había
un consumado ladrón de diamantes que solo quería robar las joyas más
exquisitas. Este ladrón solía deambular por la zona de compraventa de diamantes
con el fin de “limpiarle” el bolsillo a algún comprador incauto.
Un
día vio que un comerciante de diamantes muy conocido había comprado la joya con
la que él llevaba toda su vida soñando. Era el más hermoso, el más prístino, el
más puro de los diamantes.
Pleno
de alegría, siguió al comprador del diamante hasta que éste tomó el tren, y se
hizo con un asiento en el mismo compartimento. Pasó tres días enteros
intentando meter la mano en el bolsillo del mercader. Cuando llegó al final del
trayecto sin haber sido capaz de dar con la gema, se sintió muy frustrado.
Aunque
era un ladrón consumado, y aun habiéndose empleado a fondo, no había conseguido
dar con aquella pieza tan rara y preciosa.
El
comerciante bajó del tren, y el ladrón le siguió. De repente, sintió que no
podía soportar por más tiempo aquella tensión, por lo que caminó hasta el
mercader y le dijo:
—
Señor, soy un famoso ladrón de diamantes. He visto que ha comprado un hermoso
diamante y le he seguido en el tren. Aunque he hecho uso de todas las artes y
habilidades de las que soy capaz,
perfeccionadas a lo largo de muchos años, no he podido encontrar la gema.
Necesito conocer su secreto. Por favor, dígame cómo lo ha escondido.
El
comerciante replicó:
—
Bueno, vi que me estabas observando en la zona de compraventa de diamantes y
sospeché que eras un ladrón. De modo que escondí el diamante en el único lugar
donde pensé que no se te ocurriría buscarlo: ¡en tu propio bolsillo!
A
continuación metió la mano en el bolsillo del ladrón y extrajo el diamante.
El diamante y el deseo de robarlo están en nuestro
bolsillo, en nuestro interior. La lucha entre el bien y el mal nace en nuestro
corazón. Y cada uno de nosotros somos responsables de cómo la afrontamos y qué
solución le damos.
REMAR MAR ADENTRO, PARA SER PESCADORES DE PERSONAS
Domingo 7 de febrero
5º del tiempo ordinario
Lucas 5,1-11
Así
lo hicieron, y capturaron tal cantidad de peces, que reventaban las redes…
Simón Pedro se postró a los pies de Jesús, diciendo:
-Apártate
de mí, Señor, que soy un pecador…
Jesús
dijo a Simón:
-No
temas, desde ahora pescarás hombres vivos.
Lo
primero que hace Jesús es presentar a los israelitas el proyecto de Dios, el
mensaje de Dios, lo que poco antes había llamado el reino de Dios (Lc 4,43):
una oferta definitiva de salvación; pero no sólo para la otra vida, sino para
toda la vida, para todas las vidas, para todo lo que es vida.
En el
mar, en el mismo escenario en el que se desarrollan la vida y la lucha por
vencer, al menos un día más, a la muerte, allí reivindica Jesús la imagen de un
Dios que es Padre bueno y que quiere ser conocido y aceptado como tal, como el
que quiere con pasión a sus hijos, a los que, porque los ama, les ofrece su
propia vida para que, amándose, se ayuden a vivir unos a otros.
Y
después se pone a pescar con ellos. Es un trabajo duro, pero necesario, y que
no tiene por qué terminar en la frustración: «capturaron tal cantidad de
peces, que reventaban las redes». Y a la vista del éxito, Jesús los invita a
emprender otro trabajo: pescar hombres vivos para que sigan viviendo (y no como
los peces).
La
imagen que usa Jesús podríamos explicarla así: el mar es el ambiente duro y
peligroso en el que el hombre debe sobrevivir; los peligros que el mar
representa son las amenazas constantes a la vida, a la libertad, a la felicidad
de los hombres. La tarea de Jesús y la de sus seguidores consiste en defender y
salvar, en ese mar, la vida de los hombres: vida, y amor, y libertad, y
felicidad…
Ellos
sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Hay que estar dispuesto a dejar todo lo que estorba para ponerse a pescar
hombres vivos; pero sería una grave contradicción tener que renunciar para ello
a la vida.
Lo
que hay que dejar sin más es todo lo que obstaculiza la tarea que queremos
emprender, todo lo que es contrario al mundo que queremos construir: hay que
romper con la injusticia, la ambición, el egoísmo, el ansia de poder.
Hay
que dejar atrás igualmente cualquier cosa que suponga la renuncia a la propia
dignidad, cualquier realidad que constituya una esclavitud.
Porque
Jesús nos pide que estemos dispuestos a dejarlo todo, pero no para perderlo
todo, sino para que todos puedan gozar en plenitud de todo lo que es bueno.
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