¿CÓMO HEMOS DE LLENAR NUESTRO CORAZÓN?

Domingo 30 de agosto
22 del tiempo ordinario
Marcos 7,1-8,14-15,21-23

Hay algo que los hombres y mujeres de hoy queremos ingenuamente olvidar una y otra vez. Sin una transformación interior, sin un esfuerzo real de cambio de actitud, no es posible crear una nueva sociedad.
Hemos de valorar, sin duda, muy positivamente, todos los intentos de ayudar, ennoblecer y dignificar al hombre desde fuera. Pero, las estructuras, las instituciones, los pactos y los programas políticos no cambian ni mejoran automáticamente al hombre.
Es inútil lanzar consignas políticas de cambio social si los que gobiernan el país, los que dirigen la vida pública y todos los ciudadanos, en general, no hacemos esfuerzo personal alguno para cambiar nuestras posturas.                    No hay ningún camino secreto que nos pueda conducir a una transformación y mejora social, dispensándonos de una conversión personal.
Los pecados colectivos, el deterioro moral de nuestra sociedad, el mal encarnado en tantas estructuras e instituciones, la injusticia presente en el funcionamiento de la vida social, se deben concretamente a factores diversos, pero tienen, en definitiva, una fuente y un origen último: el corazón de las personas.

Es una ilusión falsa creer que vamos camino de una sociedad más igualitaria y socializada, si apenas nadie parece dispuesto a abandonar situaciones privilegiadas ni a compartir de verdad sus bienes con las clases más necesitadas.
¿Pueden cambiar mucho las cosas si cada uno de nosotros cambiamos tan poco?

QUE SIGUES MOLT FELIÇ

JESÚS TIENE PALABRAS DE VIDA ETERNA

Domingo 23 de agosto
21 del tiempo ordinario
San Juan 6,61-70

Se nos presenta una escena cargada de dramatismo que recoge las últimas palabras del discurso de Jesús sobre el Pan de Vida y su diálogo con sus discípulos narrado en el evangelio de Juan.
Las gentes que escuchan a Jesús, que le siguen días y días, a las que Él ha alimentado de modo tan extraordinario, no aceptan ya sus palabras, le critican con dureza y se marchan, también le abandonan algunos de sus discípulos que han convivido con Él, a los que ha iniciado en las primeras tareas apostólicas entre las gentes de aquellos poblados para ayudarles a vivir. El grupo de seguidores de Jesús comienza a disminuir. Jesús no los retiene, les deja en plena libertad, no pronuncia ningún juicio contra nadie. Solamente hace una pregunta amarga a los que aún se han quedan junto a Él: “¿También vosotros queréis marcharos?”. Simón le contesta: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Una breve reflexión ante esta escena del evangelio de Juan.
Hoy, como ayer, unos se adhieren incondicionalmente a Jesús, otros se alejan, otros afirman seguirle a su manera.
Seguir a Jesús es acoger su palabra, acoger su espíritu, vivir nuestra vida conforme a sus valores, es una decisión personal, vemos en esta página del evangelio de Juan que Jesús respeta nuestra libertad, su seguimiento es libre, a nadie le fuerza, ni critica, ni condena por abandonarle. Nos lo pregunta a cada uno de nosotros que decimos que queremos seguirle: ¿También tú te quieres marchar? 
¿Qué respondemos?

QUAN ET DIGUEN NO POTS, SEGUEIX LLUITANT

JESÚS, FUENTE DE VIDA

Domingo 16 de agosto
20 del tiempo ordinario
Juan 6,51-58

Jesús es «fuente de vida» para todo el que se alimenta de él. En Jesús no vamos a encontrar ante todo una doctrina o una filosofía; no vamos a encontrarnos con una teología de escribas o una religión fundamentada en la ley. Vamos a encontrarnos con alguien, lleno de Dios, capaz de alimentar nuestro anhelo de vida y vida eterna.
En las sociedades modernas se habla mucho de «calidad de vida».
Desgraciadamente, solo se trata de la calidad de algunos productos. Se diría que la vida mejora cuando mejora el modelo de nuestro coche, la capacidad de nuestro ordenador o la casa donde vivimos. Sin embargo, se puede tener toda la «calidad de vida» que ofrece la sociedad moderna y no saber vivir.
No es extraño ver a personas cuyo único objetivo es llenar el vacío de sus vidas llenándolo de placer, excitación, dinero, ambición y poder. No pocos se dedican a llenar su vida de cosas, pero las cosas siempre son algo muerto, no pueden alimentar nuestro deseo de vivir. No es casual que siga creciendo el número de personas que no conocen la alegría de vivir.
La experiencia cristiana consiste fundamentalmente en alimentar nuestra vida en Jesús, descubriendo la fuerza que encierra para transformarnos poco a poco a lo largo de los días. Jesús infunde siempre un deseo inmenso de vivir y hacer vivir. Un deseo de vivir con más verdad y más amor.

Hay una «calidad de vida» que muchos desconocen y que sólo la disfrutan quienes saben vivir con la sencillez y sobriedad de Jesús, con su mirada atenta al sufrimiento humano, con su deseo de vida digna para todos, con su confianza grande en Dios.

PER UN MÓN MILLOR



LO IMPORTANTE ES VIVIR

Domingo 9 de agosto
19 del tiempo ordinario
Juan 6, 41-51

Cuántas veces lo hemos escuchado: «Lo que verdaderamente importa es saber vivir». Y, sin embargo, no nos resulta nada fácil explicar qué es en verdad «saber vivir».
Con frecuencia, nuestra vida es demasiado rutinaria y monótona de color gris. Pero hay momentos en que nuestra existencia se vuelve feliz, se transfigura, aunque sea de manera fugaz.
Momentos en los que el amor, la ternura, la convivencia, la solidaridad, el trabajo creador o la fiesta, adquieren una intensidad diferente. Nos sentimos vivir. Desde el fondo de nuestro ser, nos decimos a nosotros mismos: «esto es vida».
El evangelio de hoy nos recuerda unas palabras de Jesús que nos pueden dejar un tanto desconcertados: «Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna».
La expresión «vida eterna» no significa simplemente una vida de duración ilimitada, incluso, después de la muerte.
Se trata, antes que nada, de una vida de profundidad y calidad nueva, una vida que pertenece al mundo definitivo. Una vida que no puede ser destruida por un bacilo ni quedar truncada en el cruce de cualquier carretera.

Quizás tengamos que empezar por creer que nuestra vida puede ser más plena y profunda, más libre y gozosa. Quizás tengamos que atrevernos a vivir el amor con más radicalidad, para descubrir un poco qué es «tener vida abundante». Al fin y al cabo, como dice S. Juan: «Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, cuando amamos a nuestros hermanos».

LOS NIÑOS QUEREMOS LA PAZ

SOMOS COMO SOMOS

Domingo 2 de agosto
18 del tiempo ordinario
Juan 6,24-35


Rodrigo era un humilde trabajador –picapedrero para más señas- que pasaba sus días cortando bloques de piedra al pie de una montaña. Un día vio pasar el cortejo todo engalanado de un príncipe. Rodrigo sintió gran envidia y deseó tener la riqueza de aquel príncipe. El Gran Espíritu escuchó su deseo y lo convirtió en un príncipe.
Rodrigo fue feliz con sus ropas de seda y su poder hasta que un día vio cómo el sol marchitaba las flores de su jardín. Deseó tener el poder del sol y su deseo fue satisfecho. Se convirtió en el sol con poder para secar los campos y humillar a las personas con una gran sed.
Rodrigo fue feliz siendo el sol hasta que un día una nube lo cubrió y su poderoso calor se eclipsó. Así que tuvo otro deseo y el Gran Espíritu se lo concedió. Convertido en nube, Rodrigo tuvo el poder de inundar la tierra con sus tormentas y riadas.
Rodrigo fue feliz hasta que observó cómo la montaña a pesar de las tormentas permanecía firme y segura. El Gran Espíritu obedeció. Rodrigo se convirtió en la montaña y fue más poderoso que el príncipe, el sol y la nube. Y fue feliz hasta que sintió el pico cavando a sus pies. Era un humilde cantero que estaba cortando bloques de piedra para ganarse el pan de cada día.
Rodrigo somos cada uno de nosotros, siempre buscando algo mejor, algo más agradable y placentero y, a pesar de todas nuestras búsquedas en los lugares más remotos, seguimos teniendo hambre y sed.
Cuando Jesús dio de comer a los cinco mil hombres en el descampado y éstos quisieron hacerlo rey, Jesús les dijo: "Me buscáis no porque habéis visto signos sino porque os he dado de comer. Trabajad por el alimento que perdura".
Necesitamos las cosas de cada día pero tenemos que encontrar la conexión que tienen con las cosas que pueden darnos paz y crear armonía en nuestra vida más profunda.