20 del tiempo ordinario
Juan 6,51-58
Jesús es «fuente de vida» para todo el que se
alimenta de él. En Jesús no vamos a encontrar ante todo una doctrina o una
filosofía; no vamos a encontrarnos con una teología de escribas o una religión
fundamentada en la ley. Vamos a encontrarnos con alguien, lleno de Dios, capaz
de alimentar nuestro anhelo de vida y vida eterna.
En las sociedades modernas se habla mucho de «calidad de vida».
Desgraciadamente, solo se trata de la calidad de algunos
productos. Se diría que la vida mejora cuando mejora el modelo de nuestro
coche, la capacidad de nuestro ordenador o la casa donde vivimos. Sin embargo,
se puede tener toda la «calidad de vida» que ofrece la sociedad moderna y no
saber vivir.
No es extraño ver a personas cuyo único objetivo es llenar el
vacío de sus vidas llenándolo de placer, excitación, dinero, ambición y poder.
No pocos se dedican a llenar su vida de cosas, pero las cosas siempre son algo
muerto, no pueden alimentar nuestro deseo de vivir. No es casual que siga
creciendo el número de personas que no conocen la alegría de vivir.
La experiencia cristiana consiste fundamentalmente en alimentar
nuestra vida en Jesús, descubriendo la fuerza que encierra para transformarnos
poco a poco a lo largo de los días. Jesús infunde siempre un deseo inmenso de
vivir y hacer vivir. Un deseo de vivir con más verdad y más amor.
Hay una «calidad de vida» que muchos desconocen y que sólo la
disfrutan quienes saben vivir con la sencillez y sobriedad de Jesús, con su
mirada atenta al sufrimiento humano, con su deseo de vida digna para todos, con
su confianza grande en Dios.