ESCUCHEMOS A LOS DEMÁS Y ESCUCHAREMOS A JESÚS

Domingo 21 de febrero
2º de Cauresma
Lucas 9,28b-38

Nacemos llorando, gritamos, empezamos a hablar cosas ininteligibles… pedimos que nos escuchen… tardamos más tiempo en oír a los demás… mucho más en pasar de oír a escuchar… a algunos les lleva toda la vida… y aún más en pasar de escuchar a tener en cuenta los argumentos que plantea el otro y que pueden cambiar mi forma de pensar, de ver las cosas o de ver la vida…. para la mayoría la vida es corta para dar ese paso….
Los hombres ya no tenemos tiempo para escuchar. Nos resulta difícil acercarnos en silencio, con calma y sin prejuicios al corazón del otro para escuchar el mensaje que toda persona nos puede comunicar.
En este contexto, tampoco resulta extraño que a los cristianos se nos haya olvidado que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Y, sin embargo, solamente desde esa escucha, cobra su verdadero sentido y originalidad la vida cristiana. Más aún. Solo desde la escucha nace la verdadera fe.
La experiencia de escuchar a Jesús puede ser desconcertante. No es el que nosotros esperábamos o habíamos imaginado. Incluso puede suceder que, en un primer momento, decepcione nuestras pretensiones o expectativas.
Su persona se nos escapa. No encaja en nuestros esquemas normales.
Sentimos que nos arranca de nuestras falsas seguridades e intuimos que nos conduce hacia la verdad última de la vida. Una verdad que nos cuesta mucho aceptar.
Quizás, tengamos que empezar por elevar desde el fondo de nuestro corazón esa súplica que repiten los monjes del monte Athos: “Oh Dios, dame un corazón que sepa escuchar”.