JESÚS SE JUNTA CON LA GENTE QUE NOSOTROS DESPRECIAMOS


Domingo 12 de enero
Bautismo de jesús
Mateo 3,13-17

Con frecuencia, se han preguntado los creyentes por qué se hizo bautizar Jesús. Su gesto resulta sorprendente. Juan el Bautista predica “un bautismo de arrepentimiento para el perdón de nuestras faltas”. ¿Cómo pudo, entonces, Jesús, el hombre justo y sin pecado, realizar un gesto que lo podía confundir con el resto de los pecadores?
Comparte la misma mesa con pecadores públicos, a los que nunca un judío piadoso se hubiera acercado. Ofrece su amistad a los sectores más despreciados por las clases “selectas” de Israel. Llegan a llamarle con desprecio “amigo de pecadores”.
Y están en lo cierto. Jesús se acerca a los pecadores como amigo. No como moralista que busca el grado exacto de culpabilidad. Ni como juez que dicta sentencia condenatoria. Sino como hermano que ayuda a aquellos hombres a escuchar el perdón de Dios, encontrarse de nuevo con lo mejor de sí mismos y rehacer su vida.
El bautismo no es un gesto extraño en Jesús. Es el gesto de un hombre que, al escuchar la llamada del Bautista, desea encontrarse cerca de los pecadores y solidarizarse con aquel movimiento de renovación que Juan pide al pueblo.
La denuncia firme de la falta de solidaridad, amistad, comprensión con los que creemos que no hacen lo correcto no está reñida con la cercanía al hombre y mujer caídos.
Cuántas veces esas personas que tan fácilmente condenamos, están necesitando más que nuestras críticas ligeras, una comprensión y una ayuda que les dé fuerza para renovar su vida.