ROMPAMOS NUESTRAS ATADURAS Y ASCENDAMOS HACIA LA AMISTAD CON LOS DEMÁS


Domingo 2 de junio
Ascensión de Jesús
Lucas 24,46-53


El jefe de una tribu estaba a punto de morir y llamó a tres de sus hijos y les dijo: Tengo que elegir a mi sucesor. Subid a la montaña santa y traed el objeto más precioso que encontréis.
El primero trajo un bol de oro. El segundo trajo una gema preciosa. El tercero vino con las manos vacías y dijo: Cuando llegué a la cima de la montaña, vi al otro lado un hermoso paisaje al que la gente podría ir para una vida mejor.
El jefe le dijo: tú me sucederás. Tú has traído el regalo más precioso de todos: la visión de un mañana mejor.
A los santos les atribuimos milagros imposibles, virtudes heroicas y les damos las gracias por los favores recibidos. Son nuestra colección de nombres propios que engrandecen nuestra historia cristiana.
Alejandro Magno no es un santo del calendario, pero sí es uno de esos iconos de la historia de la humanidad al que se le atribuyen grandes hazañas militares. Conquistó Grecia, Persia, Egipto y llegó hasta la India. 
Quiso conquistar el mundo entero. Un día vistió su armadura y empezó a repartir todas sus riquezas entre sus amigos y sus generales y uno de éstos le preguntó: ¿y tú con qué te quedas?
Yo solo me quedo con la esperanza, fue su respuesta.
Para los seguidores de Jesús la Ascensión nos invita a bajar, a desprendernos de todo lo que nos ata y nos impide ascender. Enumeremos las ataduras que nos impiden ascender y cortemos algunas para no estar siempre anclados en el mismo puerto.”Los discípulos volvieron a Jerusalén con gran alegría, y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.