NO TENGAMOS MIEDO A SEGUIR JESÚS
Domingo 30 de junio
13º del tiempo ordinario
Lucas 9,51-62
Hemos
de ensanchar el horizonte en el que nos movemos. La familia no lo es todo. Hay
algo más importante. Si nos decidimos a seguir a Jesús, hemos de pensar también
en la familia humana: nadie debería vivir sin hogar, sin patria, sin papeles,
sin derechos. Todos podemos hacer algo más por un mundo justo y fraterno.
El papa Francisco nos ha advertido de algo que está
pasando hoy en la Iglesia: «Tenemos miedo a que Jesús nos lleve por caminos
nuevos, sacándonos de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados y
egoístas, para abrirnos a los suyos».
JESÚS SE ENTREGA CADA DÍA POR NOSOTROS
Domingo
23 de junio
Festividad
del Corpus
Lucas
9,11b-17
July
nació con una deficiencia profunda. Para su papá y su mamá fue un golpe muy
fuerte, sobre todo al comienzo… “Nadie se espera un regalo como este”, me decía
alguna vez su papá, después de que fue acogiendo el misterio de la vida de
July, limitada y con muchos problemas, pero plena ante los ojos de Dios. Poco a
poco, los demás hermanos y hermanas fueron aprendiendo, como sus papás, a
convivir con July. Pero no fue fácil… Había que hacérselo todo y cuando tenía
las crisis, ponía a todos a correr. Siempre estaban recibiendo nuevas lecciones
de July. Sin que se dieran cuenta, esta niña frágil, indefensa y llena de
impedimentos, se fue convirtiendo en el centro de toda la familia.
Cuando
tuvo la edad para recibir su primera comunión, sus papás fueron a ver al
sacerdote de la parroquia, que la había bautizado y que le había dado la
primera comunión a todos los hijos e hijas mayores… De modo que los padres de
July le dijeron a su párroco: “Nos gustaría que July recibiera su primera
comunión. Ya ha cumplido la edad y le hemos enseñado lo que hemos podido sobre
el amor y la cercanía de Dios en su vida. Ella no puede hablar, ni sabe las
oraciones, pero consideramos que debe participar, como todos los demás, de este
regalo semanal de Dios a cada uno de nosotros”
El
sacerdote, un poco confundido por la propuesta, no supo bien qué decir. Nunca
se le había presentado un caso así y la preparación para la primera comunión
era muy exigente en esa parroquia. Los niños y las niñas participaban de la
catequesis durante casi un año, aprendían las oraciones, las enseñanzas de
Jesús y, sobre todo, el significado profundo de la eucaristía… No era
conveniente hacer excepciones, sobre todo porque podría crearse un mal ambiente
entre los feligreses más cercanos; de modo que, después de mucho pensarlo, el
párroco dijo: “Lo siento, pero me temo que no podrá ser, puesto que July no va
a entender lo que va a recibir”. Carmen, la mamá, se quedó mirando al padrecito
a los ojos y le preguntó: “Padre, ¿y me va a decir que usted sí entiende lo que
recibe cada día en la eucaristía?” El sacerdote bajó los ojos y pidió perdón
por haber pretendido ser dueño de un regalo que Dios dejó para todos y que,
aunque recibimos con cierta frecuencia, nunca podremos entender en toda su
profundidad. El mismo papa Juan Pablo II reconoció esta realidad, cuando se
preguntaba en su encíclica sobre la Eucaristía: “Los apóstoles que participaron
en la Última Cena, ¿comprendieron el sentido de las palabras que salieron de
los labios de Cristo? Quizás no”.
Algún
tiempo después, July recibió su primera comunión con el grupo de niños y niñas
de la parroquia. Ella, regalo de Dios para su familia y para el mundo, fue
acogida por Dios en su mesa, para participar del gesto que realizó Jesús
delante de sus discípulos, mientras comían: “tomó en sus manos el pan y,
habiendo pronunciado la bendición, lo partió y se lo dio a ellos diciendo:
–Tomen, esto es mi cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado gracias
a Dios, se la pasó a ellos, y todos bebieron”. Así fue como July se acercó por
primera vez a la mesa de la comunión. Ella, como tú y como yo, sin entender
completamente este misterio, fue abrazada por el misterio del amor de Dios que
se entrega hasta el extremo y nos invita cada día a hacer lo mismo en memoria
suya.
DIOS CABE EN NUESTRO CORAZÓN
Domingo 16 de junio
Santísima Trinidad
Juan 16,112-15
Cuentan
que una profesora pregunta a sus alumnos: ¿Cómo sabemos que Dios existe? Cada
uno fue dando su propia respuesta. Pero la profesora seguía insistiendo como si
no estuviese satisfecha con las respuestas.
Queriendo
echarles un mano añadió: Y cómo saber que Dios existe si ninguno lo hemos
visto? Todos se quedaron callados. Para los niños es evidente que lo que no se
ve o se toca no existe.
Hasta
que un pequeño que era tímido, levantó la mano y tímidamente y respondió:
Señorita. Dios es como el azúcar. Mi madre me dijo que DIOS ES COMO EL AZÚCAR,
en mi leche que ella prepara todas las mañanas. Yo no veo el azúcar que está
dentro de la taza en medio de la leche, pero si la leche no tiene azúcar se
queda sin sabor.
Dios
existe, y está siempre en el medio de nosotros, solo que no lo vemos. Yo quería
enseñaros y sois vosotros quienes me habéis enseñado a mí. Yo ahora sé que Dios
es nuestro azúcar en la vida.
Dios
no cabe en nuestra cabeza, por eso podemos decir poco de él. Pero Dios cabe en
nuestro corazón.
Hablamos
de “misterios” en nuestra fe, como el de la Trinidad. Pero el único y verdadero
misterio de nuestra fe es el hecho de que Dios esté enamorado de la humanidad.
De cada uno de nosotros. Y eso es lo que nos dice el evangelio de hoy.
Siendo
como somos, Dios envió a su Hijo no para juzgar, sino para salvarnos por amor,
y sin condiciones ni pedir nada a cambio.
TENEMOS QUE ABRIR NUESTRO CORAZÓN A LOS DEMÁS
Domingo 9 de junio
Pentecostes
Juan 20,19-23
Celebrar
la fiesta de Pentecostés implica preguntarnos con qué espíritu afrontamos la
vida.
Sin
el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de
introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo. Puede pronunciar palabras
sublimes sin comunicar «algo» de Dios a los corazones. Puede hablar con
seguridad y firmeza sin afianzar la fe de las personas. ¿De dónde va a sacar
esperanza si no es del aliento de Jesús? ¿Cómo va a defenderse de la muerte sin
el Espíritu del resucitado?
Sin
el Espíritu creador de Jesús, podemos terminar sin que nadie en la Iglesia crea
en algo diferente. Todo debe ser como ha sido. No está permitido soñar con
grandes novedades. Lo más seguro es una religión estática y controlada, que
cambie lo menos posible. Lo que hemos recibido de otros tiempos es también lo
mejor para los nuestros. Nuestras generaciones han de celebrar su fe vacilante
con el lenguaje y los ritos de hace muchos siglos. Los caminos están marcados.
No hay que preguntarse por qué.
Solo
cuando nuestro corazón se abre, empezamos a intuir con qué ternura y compasión
mira Dios a las personas. Solo entonces escuchamos la principal llamada de
Jesús: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».
No
hemos de mirar a otros. Hemos de abrir cada uno nuestro propio corazón.
CONTES PER A l'ESTIU
La
flor de la honestidad
Se
cuenta que alrededor del año 250 a.C. en China, un príncipe de la región norte
del país estaba por ser coronado emperador y de acuerdo con la ley debería
casarse.
Resolvió
hacer un “concurso" entre las jóvenes de la corte y aquellas que él consideraba
dignas de su propuesta.
Al
día siguiente el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a
todas las jóvenes y lanzaría un desafío. Una viejita, empleada del palacio
hacía muchos años, oyendo los comentarios sobre los preparativos sintió
tristeza, pues sabía que su hija nutria un sentimiento de profundo amor por el
príncipe.

-
Hijita, ¿qué vas a hacer allí? Estarán presentes todas las bellas y ricas muchachas
de la corte. Sácate esa idea de la cabeza. Sé que estas sufriendo, no vuelvas
tu sufrimiento en una locura.
Y
la hija respondió:
-
No querida mamá, no estoy sufriendo y mucho menos enloqueciendo. Sé que jamás
podré ser la elegida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos algunos
momentos cerca del príncipe, y esto me hace feliz.
A
la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las bellas muchachas con
los más esplendorosos vestidos, con las más bellas joyas! Entonces finalmente, el
príncipe anunció el desafío:
-
Les daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que dentro de seis meses me
traiga la más bella flor, será elegida mi esposa y futura emperatriz de China.
La
propuesta del príncipe no evitó las profundas tradiciones de aquel pueblo, que
valorizaba mucho la especialidad de "cultivar" algo, sea costumbres,
amistades, etc...
El
tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes del
jardín, cuidaba con mucha paciencia y ternura su semilla, pues sabía que si la
belleza de la flor surgía en la misma extensión de su amor, no necesitaba
preocuparse del resultado.
Pasaron
tres meses y nada surgió. La joven intentó de todo, usó todos los métodos que conocía
pero nada había nacido.
Día
tras día ella percibía cada vez más lejos su sueño, y cada vez más profundo su
amor....
Por
fin los seis meses habían pasado y nada había brotado. Consciente de su
esfuerzo y dedicación la joven le comunicó a su madre que independiente de las
circunstancias volvería al palacio en la fecha combinada, pues no pretendía
nada más que un momento en compañía del príncipe.
En
el día fijado ella estaba allí con su florero vacío. Las otras muchachas
también se hicieron presentes, cada una con una flor más hermosa que la otra,
de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada, nunca había presenciado
tan bello espectáculo.
Finalmente
llega el momento esperado y el príncipe observa cada una de las muchachas con
mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anuncia el
resultado e indica a la bella joven como su futura esposa.
Las
personas presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie comprendió
por qué había elegido justamente aquella que nada había cultivado.
Entonces,
tranquilamente el príncipe aclaró:
-
Ella fue la única que cultivó la flor que la volvió digna de ser emperatriz. La
flor de la honestidad, pues todas las semillas que entregué eran estériles.
La
honestidad es como una flor tejida con hilos de luz que ilumina a quien la
cultiva y esparce claridad en derredor.
ROMPAMOS NUESTRAS ATADURAS Y ASCENDAMOS HACIA LA AMISTAD CON LOS DEMÁS
Domingo 2 de junio
Ascensión de Jesús
Lucas 24,46-53
El jefe de una tribu estaba a punto de morir y
llamó a tres de sus hijos y les dijo: Tengo que elegir a mi sucesor. Subid a la
montaña santa y traed el objeto más precioso que encontréis.
El primero trajo un bol de oro. El segundo trajo una gema preciosa. El tercero vino con las manos vacías y dijo: Cuando llegué a la cima de la montaña, vi al otro lado un hermoso paisaje al que la gente podría ir para una vida mejor.
El jefe le dijo: tú me sucederás. Tú has traído el regalo más precioso de todos: la visión de un mañana mejor.
A los santos les atribuimos milagros imposibles, virtudes heroicas y les damos las gracias por los favores recibidos. Son nuestra colección de nombres propios que engrandecen nuestra historia cristiana.
Alejandro Magno no es un santo del calendario, pero sí es uno de esos iconos de la historia de la humanidad al que se le atribuyen grandes hazañas militares. Conquistó Grecia, Persia, Egipto y llegó hasta la India.
Quiso conquistar el mundo entero. Un día vistió su armadura y empezó a repartir todas sus riquezas entre sus amigos y sus generales y uno de éstos le preguntó: ¿y tú con qué te quedas?
Yo solo me quedo con la esperanza, fue su respuesta.
Para los seguidores de Jesús la Ascensión nos invita a bajar, a desprendernos de todo lo que nos ata y nos impide ascender. Enumeremos las ataduras que nos impiden ascender y cortemos algunas para no estar siempre anclados en el mismo puerto.”Los discípulos volvieron a Jerusalén con gran alegría, y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.
El primero trajo un bol de oro. El segundo trajo una gema preciosa. El tercero vino con las manos vacías y dijo: Cuando llegué a la cima de la montaña, vi al otro lado un hermoso paisaje al que la gente podría ir para una vida mejor.
El jefe le dijo: tú me sucederás. Tú has traído el regalo más precioso de todos: la visión de un mañana mejor.
A los santos les atribuimos milagros imposibles, virtudes heroicas y les damos las gracias por los favores recibidos. Son nuestra colección de nombres propios que engrandecen nuestra historia cristiana.
Alejandro Magno no es un santo del calendario, pero sí es uno de esos iconos de la historia de la humanidad al que se le atribuyen grandes hazañas militares. Conquistó Grecia, Persia, Egipto y llegó hasta la India.
Quiso conquistar el mundo entero. Un día vistió su armadura y empezó a repartir todas sus riquezas entre sus amigos y sus generales y uno de éstos le preguntó: ¿y tú con qué te quedas?
Yo solo me quedo con la esperanza, fue su respuesta.
Para los seguidores de Jesús la Ascensión nos invita a bajar, a desprendernos de todo lo que nos ata y nos impide ascender. Enumeremos las ataduras que nos impiden ascender y cortemos algunas para no estar siempre anclados en el mismo puerto.”Los discípulos volvieron a Jerusalén con gran alegría, y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)