JESÚS VALORA AL QUE DA LO QUE TIENE

Domingo 8 de noviembre
32 del tiempo ordinario
Marcos 12,38-44

Cuentan que hace ya años un médico barcelonés hablando sobre la importancia y el valor de los pequeños detalles y de las cosas insignificantes contaba que, en sus primeros años de médico cirujano, un día se encontró con un pobre tendido, revolcándose en el dolor en una calle de Barcelona.
Se acercó y comprobó que padecía un ataque de apendicitis. Llamó a un taxi, se lo llevó al quirófano y lo operó. A los ocho días, al darle el alta, el pobre de solemnidad, que no podía pagar nada porque nada tenía, metió su mano en el bolsillo y, mostrando una peseta, le dijo: «Doctor, le doy todo cuanto tengo». Y se la depositó en la palma de la mano.
El médico cirujano terminaba diciendo: «Nadie me pagó tanto ni tan bien como aquel pobre. Me dio todo lo que tenía. Por eso le puse un marco a aquella peseta, que tanto ha significado en mi vida; y colgué aquel cuadro en un lugar preferente de mi despacho».
Dios, sin embargo, como podemos ver en las lecturas de hoy, tiene otra forma de valorar. No se fija tanto en la cantidad de la limosna sino en la calidad, porque no es lo mismo dar mil euros cuando se tienen doscientos mil y quedan todavía ciento noventa y nueve mil, que dar cien euros cuando sólo se tienen doscientos o nada más que los cien que se dan.
Y en el trabajo de los hombres ocurre otro tanto. Dios valora la intención, el esfuerzo, la alegría con que se hace; y los hombres, sin embargo, lo valoramos por su brillantez.
Ante los ojos de Dios el mismo valor puede tener el trabajo de un simple albañil que el trabajo de un ministro.

Posiblemente como cristianos tendríamos que revisar muchos de los criterios con los que valoramos las acciones de los demás.