TALITHA QUMI
Domingo 1 de julio
8º del tiempo ordinario
Marcos 5,21-43
Día de la conducción responsable
Según
lo que hemos leído en el evangelio de hoy, Jesús necesitaba una cosa para poder
actuar, para poder curar: necesitaba que quienes pedían tuvieran fe. Le dice a
Jairo: “No temas, basta que tengas fe”. Y a aquella afligida mujer le dice
incluso: “tu fe te ha curado” (no yo, tu fe). Y el próximo domingo leeremos que
en su pueblo no pudo hacer milagros porque no encontró fe.
Pero,
¿de qué fe se trata? Simplificando podríamos decir que no se trata de recitar
el Credo (Jesús, a quienes curaba, no les pedía que formularan su fe).
Probablemente, la mayoría de quienes fueron curados por Jesús no creían -no
sabían- que él era el Hijo de Dios, que El era Dios hecho hombre. No se trata
de esta fe. La fe que pedía Jesús para curar era una gran confianza en la
bondad de Dios, en que Dios quería que se curaran, en que Dios es el Padre de
la vida y quiere vida para todos. Y que este gran anuncio -que es el anuncio
del Reino de Dios- se realizaba por Jesús.
Y
esta fe en la bondad de Dios, creador de la vida, amante de la vida, que sufre
por el dolor de quienes sufren, esta fe que nosotros hemos recibido de
Jesucristo, que nosotros identificamos con Jesucristo, es lo que cada domingo,
en la misa, renovamos y celebramos y pedimos que sea más viva en nosotros. Para
que así podamos ayudarnos, cada día, unos a los otros.
FELIZ LLEGADA Y REGRESO DE VACACIONES
JESÚS NOS ES FAVORABLE

Domingo 24 de junio
Natividad de Juan el Bautista
Lucas 1,57-66.80
Nosotros tenemos estadísticas para todo y para medir a todos: el hombre más alto y el más bajo, el más rico y el más pobre, el mejor y el peor vestido, el mejor y el peor predicador… pero ¿cómo medir a los servidores de Dios?
Cuando nació Juan Bautista la gente se preguntaba: "¿Qué llegará a ser este niño?"
El nacimiento de Juan era fruto de "la compasión manifestada por el Señor" y fue motivo de felicitaciones y de alegría para todos.
Dios siempre tiene algo que ver en el nacimiento de sus servidores y de todos nosotros.
Y en ese niño recién nacido había puestas muchas esperanzas. Por eso todos se preguntaban: "¿Qué llegará a ser este niño?"
"Al octavo día fueron al templo para cumplir con el niño el rito de la circuncisión y ponerle un nombre".
Querían llamarle Zacarías como su padre y ahí empezó la discusión. El nombre en la Biblia indica una vocación, un ministerio, una elección de Dios, un propósito; el nombre es ya en sí una buena noticia. El nombre es un mensaje y una manera de vivir.
Zacarías significa "Dios se acuerda", Isabel "Dios ha prometido". ¿Cómo llamar a este niño prometido a Isabel?
¿Cómo llamar a este niño ya que Dios se acordó de la oración de su padre?
Y le pusieron por nombre Juan que significa "Dios nos es favorable”.
Juan es el favor de Dios a una familia buena y Juan es el favor de Dios para un pueblo que siempre espera al Mesías, a Jesús, "el que salva".
Juan es el favor, la gracia, el puente que une el antiguo y el nuevo testamento.
Juan es el nombre de un hombre al que Dios va a usar para señalar al Cordero de Dios, para preparar el camino del Señor.
Decimos que en La Biblia un nombre sirve mucho más que para llamar a alguien, sirve para indicar el contenido y la misión de una persona.
Ésta es nuestra vocación cristiana, nuestra llamada: ser camino que lleva a Jesús, ser voz que anuncia a Jesús, ser luz que ilumina la presencia de Jesús.
EL VERDADERO AMOR ESTÁ EN LAS COSAS PEQUEÑAS
Domingo 17-6-18
11º del tiempo ordinario
Marcos 4,26-34
Nos sobran prisas, ganas de eficacia,
balances pensando sólo en números, métodos de evangelización inspirados en el
marketing… Nos falta confianza en la presencia de Dios en su mundo, confianza
en la fuerza que lleva dentro cada pequeña obra de Reino…
¿No te han interrogado alguna vez pequeños
gestos que has visto de verdad, de bondad, de sinceridad, de honradez…? No
dijiste nada, pero al verlos, tu corazón se alegró y se sensibilizó para seguir
sembrando bondad… Quizá añadiste. «Esto no saldrá mañana en los periódicos,
pero sí que ha sido noticia para mí». La fuerza de la verdad crea una corriente
irresistible de verdad a pesar de las innumerables amenazas que debe soportar.
Hay hoy otra llamada a los creyentes y a los
hombres de buena voluntad: nada de lo que hacemos es pequeño; nada podemos
dejar de hacer porque parece pequeño y porque creamos que no valga para nada.
No es verdad que valga para hacer reino solo lo grandioso…
No. Estamos llamados, como creyentes, a
sembrar de detalles pequeños la vida ordinaria. Resulta que lo verdaderamente
grande es lo realmente pequeño, insignificante a los ojos de muchos, pero lleno
de fuerza interior capaz de transformar todo poco a poco.
Cuando recordamos a gente que nos marcó en la
vida positivamente, lo que recordamos son «pequeñas cosas» que se hicieron
grandes… Las parábolas del reino nos desvelan una ley de la naturaleza y de la
fe: en lo más pequeño, en lo cotidiano, en cuanto sucede que no llama la
atención, en los más pequeños y menos valorados por l sociedad, Dios está
actuando, escondido.
¡Qué riqueza da esto a nuestra vida! No
importa en qué rincón estás, no importa que estés en el candelero o en una
esquina que casi nadie ve; no importa el relumbrón aparente… Lo único que
importa, de verdad, es tu vida de pequeños gestos de reino cargados de poder
transformador.
JESÚS NOS INVITA A QUE ACEPTEMOS A CADA UNO COMO ES
Domingo 10-6-18
10 del tiempo ordinario
Marcos 3,20-35
Las
personas somos muy complicadas, y somos capaces de entenderlo todo al revés y
llegar a convencernos de que lo blanco es negro. Si nos conviene para nuestros
intereses y nuestra tranquilidad personal, podemos llegar a convencernos a
nosotros mismos, y a creérnoslo realmente, que lo bueno es lo que nos resulta
fácil y lo malo lo que nos cuesta: llegamos a decir que son cosas del diablo
algunas cosas que en realidad son del Evangelio, y viceversa.
Nosotros,
si no estamos atentos, podemos hacer como hacían con Jesús la gente de su
tiempo, según hemos escuchado en el evangelio. El viene a liberar del mal, él
viene a abrir caminos de vida nueva. Pero la gente de su misma familia decía
que no estaba en sus cabales. Y los letrados decían que estaba poseído por el
demonio.
Ante
esas acusaciones, la respuesta de Jesús es muy dura, y es también una
advertencia para nosotros: podemos ser débiles, podemos ser pecadores, podemos
ser egoístas, y Dios nos lo perdonará. Pero lo que no podemos hacer es insultar
al Espíritu Santo. No podemos decir que es obra del diablo lo que es obra de
Dios. Y no podemos atribuir a Dios, al Espíritu de Dios, lo que es obra del mal
y del egoísmo humano. Tenemos que andar muy atentos, muy despiertos, muy
dispuestos a convertirnos siempre. Jesús lo espera de nosotros.
TAMBIÉN HOY JESÚS ESTÁ CON LOS POBRES
Domingo 3 de junio
Corpus Christi
Marcos 14,12-16.22-26
Corremos
el riesgo de convertir la eucaristía en un rito puramente cultual que ni es
fruto de una vivencia ni produce en nosotros la más mínima chispa de Vida. En
la mayoría de los casos no es más que una pesada obligación que nos quitaríamos
de encima si pudiésemos. Se ha convertido en una ceremonia rutinaria y
monótona, incluso repetida una y otra vez con un soniquete que demuestra la
falta absoluta de convicción y compromiso.
En
la eucaristía se concentra todo el mensaje de Jesús, que es el amor.
Al
comer el pan y beber el vino consagrados, estoy haciendo mía su vida y me
comprometo a identificarme con lo que fue e hizo Jesús, y a ser y hacer yo lo
mismo.
El
pan que me da la Vida no es el pan que como, sino el pan que doy. Soy
cristiano, no cuando “como a Jesús”, sino cuando me dejo comer, como hizo él.
Comulgar
significa el compromiso de hacer nuestro todo lo que es Jesús. Significa que,
como él, soy capaz de entregar mi vida por los demás, no muriendo, sino estando
siempre disponible para todo aquel que me pueda necesitar.
A
Jesús hay que descubrirlo en todo aquel que espera algo de nosotros, en todo
aquél a quien puedo ayudar a ser él mismo, comprendiendo que esa es la única manera de llegar a ser yo
mismo en mi verdadero ser.
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