PARA EL QUE AMA EL MUNDO ES LA ETERNIDAD
Domingo 30 de julio
17 del tiempo ordinario
Mateo 13,44-52
Hoy ni nunca, pero hoy menos que nunca, no se
puede ser cristiano por nacimiento, hay que ser cristiano por una decisión
personal, después de una experiencia de que en Jesús encontramos el sentido y
la meta de nuestra vida.
Cuántas veces, al ver la actitud resignada de
los cristianos, la observancia rutinaria de nuestras obligaciones religiosas,
el conformismo de nuestras vidas y la falta de alegría de nuestras
celebraciones, uno se siente inclinado a pensar que los creyentes no
sabemos disfrutar de nuestra fe, del gozo de creer en Jesús. Se diría que la
religión se ha convertido para muchos en un peso, en una costumbre, en una
rutina o en una obligación. Jesús no parece ser fuente de gozo y alegría para
los creyentes.
Lo
primero y más decisivo que estamos necesitando no es aprender cosas sobre Jesús,
sino encontrarnos con Él. Curarnos de tanta prisa y de tanta superficialidad y
detenernos ante Jesús para abrirnos con confianza y con sinceridad a su
misterio. Porque lo triste de nuestro tiempo es que muchos han abandonado la fe
cristiana sin saber nada de ella, sin haber siquiera vislumbrado la riqueza, la
esperanza, la felicidad, la alegría… que para el hombre se encierra en ella…
Nuestra época necesita testigos alegres de la fe. Hombres y
mujeres capaces de disfrutar, celebrar y gozar de su fe en Jesús.
Creyentes que a pesar de sus crisis, dudas y luchas, puedan
hablar gozosamente de Jesús. Y solo el que encuentra ese tesoro es capaz de
venderlo todo y dejarlo todo.
JESÚS ACOGE A TODO TIPO DE MUJERES Y HOMBRES
Domingo 23 de julio
16º del tiempo ordinario
Mateo 13,24-43
Nos sorprendemos felizmente cuando, después
de un disparate o una ofensa de nuestra parte, la persona ofendida lo toma con
paciencia y nos da nuevas oportunidades. Así actúa Jesús con nosotros. Él sigue
creyendo en nosotros. Ésa es también la forma como quiere Jesús que nos
tratemos unos a otros. Como él, nosotros deberíamos ser plenamente conscientes
de que la gente no es ni enteramente buena ni completamente mala, y que por lo
tanto deberíamos ser pacientes, perdonando, confiando y dando tiempo para sanar.
Nadie
tiene derecho a constituirse en juez de los demás. Nadie tiene derecho a hacer
eso. Nadie puede condenar a nadie, rechazar a nadie, reprobar a quién sea.
Porque corre el peligro de equivocarse. De forma que, pensando que hace una
cosa buena, en realidad lo que lleva a cabo es un destrozo.
Jesús condena así el puritanismo y la intolerancia. Todos
corremos el peligro de incurrir en ese tipo de conductas. Y de sobra sabemos
hasta qué punto la gente anda por ahí condenando, rechazando, ofendiendo,
insultado. Entonces, la intolerancia supera todos los límites y llega a crear
ambientes en los que no se puede ni respirar.
Este mundo está lleno de fanáticos, que se consideran con el
derecho y el deber de obligar a que los otros cambien, hasta pensar y
vivir como piensa y vive el fanático intolerante.
Jesús acoge a todo tipo de mujeres y hombres,
y lo expresa simbólicamente, sembrando respeto por los demás y creando
paciencia y esperanza frente a aquellos seres humanos que se han demorado en
alcanzar niveles de humanidad suficientes en igualdad y justicia, por el
egoísmo que empobrece y empequeñece nuestra humanidad. Jesús llama a la
apertura de la mente y el corazón para acoger con esperanza (no pasivamente y
con indiferencia) a quienes aparecen ante nuestra forma de vida como diferentes
(que solemos catalogar como “malos”). Necesitamos tener apertura para
acoger con pluralismo la diferencia, que siempre va a estar presente en nuestra
humanidad.
Al mismo tiempo, demos gracias a nuestro Dios por su
paciencia, y pidámosle que nos haga un poco como Él es. La primera lectura de
hoy, del libro de la Sabiduría, nos dice que “el justo debe ser
humano”. Algo que no
podemos olvidar.
JESÚS NOS QUIERE LIBRES PARA ELEGIR

Domingo 16 de julio
16º del tiempo ordinario
Mateo 13-1,23
ESCUCHAR PARA ENTENDER
Hay una cualidad humana nada fácil, mucho menos frecuente de lo que sería de desear. Y, sin embargo, importantísima, decisiva para la convivencia, para poder ayudarnos a alcanzar unos y otros aquel nivel de felicidad que Dios Padre quiere para todos. Me refiero a la cualidad de saber escuchar. De saber escuchar a los demás. Con interés, con atención, con respeto, con afecto. Todos sabemos que con frecuencia no nos es fácil, pero es condición y fruto de un amor real. Las dos cosas al mismo tiempo: condición y fruto. Si no sabemos escucharnos, no puede circular una corriente de amor y cariño; y, al mismo tiempo, todo amor auténtico se demuestra si hay escucha mutua.
Por ejemplo. Saber escuchar los padres a sus hijos adolescentes, aunque estos hablen a veces agresivamente (y viceversa, claro está: saber los hijos adolescentes escuchar a sus padres aunque les cueste entender sus razones). Saber todos escuchar a los ancianos, con interés, aunque pensemos que se repiten (escucharles con interés real, no con atención fingida). Saber escucharse también los esposos, incluso tras muchos años de convivencia que llevan a suponer que ya lo saben todo uno de otro (quizá se supone eso porque se ha dejado de escuchar con interés y también con buen humor). Y tantos otros ejemplos que podríamos recordar.
Decíamos antes que sabernos escuchar de verdad unos a otros, con frecuencia nos es difícil. No lo practicamos por pereza, comodidad, egoísmo. Y eso nos perdemos: perdemos la posibilidad de enriquecernos personalmente con lo que de los demás podríamos recibir; perdemos la oportunidad de conocernos y apreciarnos mucho más.
Igualmente ante Dios. No sabemos lo que nos perdemos por no escucharle con atención, interés, afecto. Dios nos habla. La bondad, la generosidad, la disponibilidad, de tantos de nuestros hermanos y hermanas que nos rodean, son palabras llenas de contenido que Dios nos dirige. O los hechos alegres -y también las pruebas, las dificultades- son puentes de diálogo que Dios nos tiende.
VIVE LA VIDA
Yo, naturalmente, no sé bien qué es la vida, pero me he determinado a vivirla.
De esa vida que se me ha dado, no quiero perderme nada:
no sólo no me opongo a que se me prive de las grandes experiencias,
sino también y sobre todo de las más pequeñas.
Quiero aprender cuanto pueda, quiero probar el sabor de lo que se me ofrezca.
No estoy dispuesto a cortarme las alas ni a que nadie me las corte.
Tengo más de cuarenta años y sigo pensando en volar
por cuantos cielos se me presenten,
surcar cuantos mares tenga ocasión de conocer
y procrear en todos los nidos que quieran acogerme.
Deseo tener hijos, plantar árboles, escribir libros.
Deseo escalar las montañas y bucear en los océanos.
Oler las flores, amar a las mujeres, jugar con los niños, acariciar a los animales.
Estoy dispuesto a que la lluvia me moje y a que la brisa me acaricie,
a tener frío en invierno y calor en verano.
He aprendido que es bueno dar la mano a los ancianos,
mirar a los ojos de los moribundos, escuchar música y leer historias.
Apuesto por conversar con mis semejantes,
por recitar oraciones, por celebrar rituales.
Me levantaré por la mañana y me acostaré por la noche,
me pondré bajo los rayos del sol, admiraré las estrellas,
miraré la luna y me dejaré mirar por ella.
Quiero construir casas y partir hacia tierras extranjeras,
hablar lenguas, atravesar desiertos, recorrer senderos,
oler las flores y morder la fruta.
Hacer amigos.
Enterrar a los muertos.
Acunar a los recién nacidos.
Quisiera conocer a cuantos maestros puedan enseñarme
y ser maestro yo mismo.
Trabajar en escuelas y hospitales en universidades, en talleres…
Y perderme en los bosques, y correr por las playas,
y mirar el horizonte desde los acantilados.
.
En la meditación escucho que no debo privarme de nada, puesto que todo es bueno. La vida es un viaje espléndido, y para vivirla solo hay una cosa que debe evitarse: el miedo (…)
Se puede vivir sin pelear contra la vida.
¿Por qué ir en contra de la vida si se puede ir a su favor?
¿Por qué plantear la vida como un acto de combate en lugar de como un acto de amor?
JESÚS NOS INVITA A SER POBRES Y HUMILDES
Domingo 9 de julio
14 del tiempo ordinario
Mateo 11,25-30
El proyecto de Jesús tiene sus exigencias; pero éstas no son un yugo insoportable que esclavice al hombre, sino un compromiso que debe ser libremente aceptado y que, al mismo tiempo, es liberador: «Acercaos a mi todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
No es la ciencia, la inteligencia humana, lo que es incompatible con el mensaje de Jesús; es la utilización de estas facultades para engañar y oprimir a los sencillos lo que incapacita a los hombres para conocer a un Dios que, además de liberador, quiere ser Padre.
No es la fe enemiga del saber; lo es de la sabiduría que se utiliza para engañar, dominar, humillar, adormecer, infantilizar…; para explotar a los pobres. Lo es la sabiduría que se opone no a la necedad, sino a la sencillez; porque eso no es conocimiento, sino soberbia; no es ciencia, sino malas artes, incompatibles con el que, en un obrero, quiso ser Dios con nosotros.
14 del tiempo ordinario
Mateo 11,25-30
El proyecto de Jesús tiene sus exigencias; pero éstas no son un yugo insoportable que esclavice al hombre, sino un compromiso que debe ser libremente aceptado y que, al mismo tiempo, es liberador: «Acercaos a mi todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontraréis vuestro respiro, pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
No es la ciencia, la inteligencia humana, lo que es incompatible con el mensaje de Jesús; es la utilización de estas facultades para engañar y oprimir a los sencillos lo que incapacita a los hombres para conocer a un Dios que, además de liberador, quiere ser Padre.
No es la fe enemiga del saber; lo es de la sabiduría que se utiliza para engañar, dominar, humillar, adormecer, infantilizar…; para explotar a los pobres. Lo es la sabiduría que se opone no a la necedad, sino a la sencillez; porque eso no es conocimiento, sino soberbia; no es ciencia, sino malas artes, incompatibles con el que, en un obrero, quiso ser Dios con nosotros.
JESÚS, PREMIO NOBEL DE LA PAZ

Domingo 2 de julio
13 del tiempo ordinario
Mateo 10,37-42
En el evangelio de hoy podemos interpretar que Jesús no quiere la paz, pero nada mas lejos, Jesús quiere la paz, ¡claro que sí! Y la quiere más que todos los que a lo largo de la historia se han llenado la boca de paz mientras hacían o fomentaban la guerra y negociaban, llenándose los bolsillos, con ella.
Jesús quiere la paz, ¡por supuesto!, pero quiere que la paz sea para todos y permita a todos desarrollarse como personas libres y relacionarse como hermanos.
A veces nos podemos cansar de buscar la paz pero Jesús nos invita no desfallecer y seguir buscando...
¡ESTOY
CANSADO, SEÑOR!
Levántame
cuando caigo en los errores de siempre
Consuélame
cuando me fallan las personas que tengo a mi lado
Anímame
cuando las cosas no salen como yo quiero
¡ESTOY CANSADO, SEÑOR!
Dame fuerzas,
porque a veces el vivir me debilita
Dame vida,
porque la muerte me asusta
Dame tu fe,
porque a veces tengo dudas
¡ESTOY CANSADO, SEÑOR!
Y, a veces, es porque estoy lejos de Ti
Porque no te escucho como debiera
Porque te olvido y te dejo de lado
Porque, teniendo tu pecho,
prefiero otros apoyos que me dan en la tierra
¡ESTOY CANSADO, SEÑOR!
Ayúdame a confiar en Ti
Ayúdame a esperar en Ti
Ayúdame a descansar en Ti
Ayúdame a esperar siempre en Ti
Suscribirse a:
Entradas (Atom)