JESÚS ESTÁ A TU LADO, ¿QUIERES VERLO?
Domingo 26 de marzo. 4º de cuaresma. Juan 9,1.6-9.13-17.34-38
QUIERO VER, SEÑOR
Para sentirte cerca y nunca
abandonarte
QUIERO VER, SEÑOR
Porque me pierdo y camino
confundido
QUIERO VER, SEÑOR
Para verte y nunca perderte
QUIERO VER, SEÑOR
Porque, sin Ti, no soy tan
feliz como creo ser
QUIERO VER, SEÑOR
Para vivir alegre y abierto
a los demás
QUIERO VER, SEÑOR
Y agradecer lo mucho que
haces por mí
QUIERO VER, SEÑOR
Y defenderte cuando algunos
te ignoren
QUIERO VER, SEÑOR
Y no tropezarme cuando
surjan dificultades
QUIERO VER, SEÑOR
Para que nadie me confunda
con falsas luces
QUIERO VER, SEÑOR
Para que nada me aleje de tu
amistad
QUIERO VER, SEÑOR
Que el evangelio de hoy nos ayude a descubrir todas las enfermedades que nos impiden ver a Jesús.
JESÚS ES AGUA. ¿QUIERES MOJARTE?

Domingo 19-3-17
3º de Cuaresma
juan 4,5-15.19b-26.39a.40.42
Jesús, durante su corto ministerio, conversó con gentes sencillas y gentes importantes como Nicodemo y negó la palabra a Herodes.
La conversación más larga y más espiritual la mantuvo con una mujer cuyo nombre desconocemos, la samaritana, la mujer junto al pozo del patriarca Jacob. Conversaron sobre el agua, agua del pozo que no quita la sed y agua viva que sacia la sed.
Carlos Santana, un famoso guitarrista mejicano, en una entrevista reciente hizo esta afirmación: “La espiritualidad es agua pura, la religión es Coca-Cola, un negocio”. Afirmación que nos puede molestar, pero que nos tiene que hacer pensar.
El evangelio de hoy, Jesús conversando con una mujer junto a un pozo, encierra muchas enseñanzas, Yo quiero fijarme en una relevante para nuestro tiempo.
El hombre sentado junto al pozo no es un hombre cualquiera, es Jesús, el hombre libre y liberador, el hombre guiado por el Espíritu, descarado y atrevido, que vino a derribar todas las barreras y vallas que levantamos los seres humanos.
La barrera del género. Habla con una mujer en la calle, cosa prohibida.
La barrera de la religión. Samaritanos y judíos adoraban a dioses distintos, y en lugares distintos, los samaritanos en el templo de Garizin, los judíos en Jerusalén. La religión era la gran barrera que separaba y enemistaba a estos vecinos.
Jesús a las 12, mediodía, ignora esa barrera religiosa y entabla conversación con la mujer que va a sacar agua del pozo.
Como los hombres de hoy critican a los reverendos y a los curas, Jesús criticó despiadadamente a los profesionales de la religión de su tiempo, sacerdotes, escribas y fariseos. “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. No imitéis su conducta, dicen y no hacen, atan cargas pesadas a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quiere moverlas” Su vida pública la vivió enfrentado al aparato religioso d su tiempo y fue la religión oficial judía la que pidió su crucifixión.
Del “dame de beber” de Jesús pasamos al “yo te daré un agua que saciará tu sed para siempre” que le ofrece Jesús.
La samaritana no se hizo judía, no fue a Jerusalén, pero fue conectada con el agua viva del amor de Dios.
Adorar a Dios en espíritu y en verdad. Solo el Espíritu autentifica nuestro culto, nuestra religión. Guiados por el Espíritu conectamos con la fuente de agua viva. Solo el Espíritu puede llenar el cubo vacío de nuestra religión de obras muertas.
SOLO DESDE LA ESCUCHA NACE LA VERDADERA FE
2º de Caresma
Mateo 17,1-9
En una leprosería había un leproso que se pasaba el día
encerrado sobre sí mismo, triste y sin esperanza. Hasta que un día comenzó a
sonreír. Todo el mundo se preguntaba ¿qué había pasado? Y se dieron cuenta de
que todas las mañanas se asomaba al muro que lo separaba de la calle. Se subía
al muro. Bajaba y comenzaba a sonreír. Llenos de curiosidad se acercaron. Una
señora todos los días pasaba a esa hora por allí. Esperaba
ver al leproso. Y desde la calle le regalaba una sonrisa. Y esto era suficiente
para hacerle feliz a aquel hombre lleno de angustia y tristeza durante todo el
día.
Me viene esta anécdota precisamente, el segundo domingo de Cuaresma, en el que leemos la Transfiguración de Jesús en el Tabor. Un momento en el que Jesús se transforma y todo él se ilumina dejando transparentar lo que lleva dentro detrás del muro de su humanidad.
Me viene esta anécdota precisamente, el segundo domingo de Cuaresma, en el que leemos la Transfiguración de Jesús en el Tabor. Un momento en el que Jesús se transforma y todo él se ilumina dejando transparentar lo que lleva dentro detrás del muro de su humanidad.
El leproso fue capaz de subirse al muro y así poder ver la
vida que caminaba por la calle y la sonrisa que alguien le regalaba cada
mañana, suficiente para sentirse vivo durante el día.
La transfiguración de Jesús nos hace ver no el muro de su cuerpo sino la transparencia de lo que hay dentro de él. Como el leproso que revive por una sonrisa mañanera venida del otro lado del muro, también los discípulos comenzaron a revivir, llenos de alegría, al ver esa sonrisa transfigurada de Jesús. “Maestro, qué bien se está aquí. Hagamos tres tiendas. Una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Hasta ahora le conocían a través del muro de su humanidad. Aquella mañana comenzaron a verlo desde dentro, desde su divinidad escondida.
La transfiguración de Jesús nos hace ver no el muro de su cuerpo sino la transparencia de lo que hay dentro de él. Como el leproso que revive por una sonrisa mañanera venida del otro lado del muro, también los discípulos comenzaron a revivir, llenos de alegría, al ver esa sonrisa transfigurada de Jesús. “Maestro, qué bien se está aquí. Hagamos tres tiendas. Una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Hasta ahora le conocían a través del muro de su humanidad. Aquella mañana comenzaron a verlo desde dentro, desde su divinidad escondida.
Las personas ya no tenemos tiempo para escuchar. Nos resulta
difícil acercarnos en silencio, con calma y sin prejuicios al corazón del otro
para escuchar el mensaje que toda persona nos puede comunicar.
Encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a los demás, sin apenas detenernos a escuchar realmente a nadie. Se diría que al hombre contemporáneo se le está olvidando el arte de escuchar.
En este contexto, tampoco resulta tan extraño que a los cristianos se nos haya olvidado que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Y sin embargo, solamente desde esa escucha cobra su verdadero sentido y originalidad la vida cristiana. Más aún. Solo desde la escucha nace la verdadera fe.
Encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a los demás, sin apenas detenernos a escuchar realmente a nadie. Se diría que al hombre contemporáneo se le está olvidando el arte de escuchar.
En este contexto, tampoco resulta tan extraño que a los cristianos se nos haya olvidado que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Y sin embargo, solamente desde esa escucha cobra su verdadero sentido y originalidad la vida cristiana. Más aún. Solo desde la escucha nace la verdadera fe.
CAMINANDO CON LA VERDAD
Domingo 5 de marzo
1º de Cuaresma
Mateo 4-1,11
Dejar
al borde del desierto tantas mentiras e hipocresías, una vida aburguesada y
autosatisfecha. Dejar esas trampas sutiles con las que pretendemos
autoconvencernos, llegando incluso a torcer el sentido de las frases
bíblicas para rehuir el cambio y demostrar que Dios piensa exactamente
igual que nosotros (de la misma forma que lo hizo el diablo al tentar a
Jesús) Al desierto hemos de entrar desnudos, para descubrir nuestra
«aridez interior», para tener el coraje de mirarnos tal cual somos, sin
las vestiduras que cubren la vergüenza, las llagas o la
suciedad.
Cuidado con
entrar al desierto de esta cuaresma bien situados en nuestro carro
-muchas veces un carro blindado- sobre el cual rebotará la Palabra
exigente de Dios. Caminemos, en cambio, en la pobreza y el silencio
interior, para llenarnos con la riqueza del Evangelio y con la Palabra
del Señor, que nos invita a derribar los ídolos para revestirnos de
Cristo vivo. Dejemos también los cómodos bastones y la pesada mochila.
Apoyémonos en un Dios que nos ha de guiar por el camino de la libertad, cuya
primera etapa es mirarnos y reconocernos tal cual somos…
Jesús en el desierto se miró a sí mismo desde el punto de
vista de Dios. Dejó a un lado sus intereses, su comodidad, su egoísmo, y
se preguntó sinceramente por el camino a seguir. Su pregunta fue limpia,
sin doble intención; como limpia, sincera, transparente fue su respuesta…
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