Amb el romiatge al Cabesol iniciem les festes patronals i populars en honor a la nostra patrona, que el vídeo que acompanyem servisca com a reflexió de la humilitat i la dedicació de Maria amb tots les seues filles i els seus fills i ens faça continuadors d'aqueixa humilitat i dedicació als demes.
JESÚS NOS INVITA A SER HUMILDES DE CORAZON Y DE ECHOS
Domingo 28 de agosto
22 del tiempo ordinario
Lucas 14, 1. 7-14
En el
evangelio de este domingo Jesús nos quiere enseñar a ser sencillos. Cuenta que
Jesús entró a comer en casa de un fariseo principal. Sabemos por el evangelio
que a los fariseos les gustaba ocupar los primeros puestos y que les hicieran
reverencias por las calles. Allí Jesús también notó que los invitados escogían
los primeros puestos. Debió parecerle mal. Ya sabemos que Jesús actuaba de una
manera muy distinta.
Él mismo había dicho que había venido al mundo no a ser servido,
sino a servir. En la última cena se puso a lavarles los pies a sus discípulos
ante las protestas de Pedro, que creía que Jesús se estaba pasando. Sabemos que
no hizo alarde de su categoría de Dios. Siempre anduvo por los últimos lugares,
desde nacer en una cueva, como los más pobres del mundo, hasta morir en una
cruz en las afueras de la ciudad. Nunca toleró que sus discípulos
ambicionaran los primeros puestos y proclamó de muchas maneras las preferencias
de Dios por los pobres, los humildes, los pequeños y los que más sirven. Ése
fue su estilo y así lo enseñó a sus discípulos. Y porque Jesús era así, se le
juntaban con gusto los pobres, los pecadores, los despreciados, los niños, los
últimos. Nadie le tenía miedo.
Ahora nosotros podemos recordar que la Virgen
María nos hablaba también de un Dios que derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes y que dispersa a los soberbios de corazón. Y en la
primera lectura también encontramos un consejo hermoso: «Hazte pequeño en las
grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios».
Cuando hayamos servido a los más pobres, nos
pagará el Señor, que paga bien. Nuestro empeño será estar con los últimos,
hacernos pequeños, no ser importantes y parecernos a Jesús, manso y humilde de
corazón.
JESÚS QUIERE QUE SENTEMOS A NUESTRA MESAS A TODO TIPO DE GENTE

Muchos pensarán que al ser cristianos de
toda la vida, al haber cumplido los mandamientos de Dios y de la Iglesia (si
eso se puede decir), y de haber sido muy clericales… se alcanzará la salvación,
pero el dueño de la parábola asegura que no los conoce”, les responde Jesús.
Nuestra confusión proviene de nuestro
convencimiento de que estamos con Dios, con Jesús, con el evangelio, con la
Iglesia, pero en realidad hemos estado interesados en nosotros mismos y en
nuestra salvación. Es lo que la parábola pone de manifiesto.
esús dice que podemos buscar la verdadera
salvación con las actitudes de cada persona en nuestra vida real. También con
las pequeñas acciones por oposición a quienes dominan con su poder. Así lo dice
Jesús, “la misma salvación es posible para todos los humanos de todas edades,
culturas, razas cuando des un banquete, cuando se invita a pobres, lisiados,
cojos y ciegos”.
Jesús nos llama a todos a una vida responsable y digna, a un estilo de vivir que conduce a la plenitud de la justicia, y dice que esta puerta es estrecha. La puerta estrecha, no apunta a un moralismo co-accionante, sino a lucidez y responsabilidad de quien, desde su conciencia personal, se esfuerza por ser fiel a Dios en las pruebas de la vida, a ser fiel a los principios evangélicos y se esfuerza en hacer suya la invitación de seguir a Cristo como él vivió. Es el camino de la solidaridad, fraternidad y servicio al hermano frente al egoísmo, la agresividad y la violencia. Es el camino resumido por Jesús en las bienaventuranzas.
Jesús nos llama a todos a una vida responsable y digna, a un estilo de vivir que conduce a la plenitud de la justicia, y dice que esta puerta es estrecha. La puerta estrecha, no apunta a un moralismo co-accionante, sino a lucidez y responsabilidad de quien, desde su conciencia personal, se esfuerza por ser fiel a Dios en las pruebas de la vida, a ser fiel a los principios evangélicos y se esfuerza en hacer suya la invitación de seguir a Cristo como él vivió. Es el camino de la solidaridad, fraternidad y servicio al hermano frente al egoísmo, la agresividad y la violencia. Es el camino resumido por Jesús en las bienaventuranzas.
Debemos aprender a recibir la salvación como
una gracia de Dios, como un regalo, y a estar dispuestos a compartir este don
con todos los hombres de cualquier clase y religión “otros vendrán”…No es una
cuestión de número, sino de generosidad.
JESÚS SEMBRADOR DE AMOR, PAZ Y JUSTICIA
Domingo 14 de agosto
20 del tiempo ordinario
Lucas 12, 49.53
Sin duda que muchas palabras de Jesús de Nazaret se aceptan
universalmente sin vacilar, pero hay otras que resultan difíciles de entender,
incluso para sus propios seguidores. Algunas de estas palabras las escuchamos
en el Evangelio de este domingo: “He venido a prender fuego en el mundo: ¡y
ojalá estuviera ya ardiendo!”, y recordamos a Jesús, con un látigo en las
manos, expulsando violentamente del templo a los mercaderes que querían
convertir la casa de su Padre en “cueva de ladrones”. Sabemos que Jesús no fue
violento. ¿Cómo entender sus palabras?
Es
frecuente oír, incluso en ambientes cristianos, que ante todo es necesario
observar la ley y el orden establecido. Es cierto que la ley y el orden son
necesarios en toda sociedad, pero con frecuencia se defienden sin tener en
cuenta si el orden establecido es o no es un auténtico desorden social en el
que se garantizan o no los derechos de la persona; o si se ha logrado que las
masas empobrecidas coman y encuentren trabajo, o si se han eliminado las
guerras y las armas nucleares…
Justicia no es lo mismo que orden, es ciertamente necesario el
orden en la sociedad, pero es necesario el orden apoyado siempre en la justicia
y en el respeto a los derechos inalienable de la persona. Habrá que considerar
si el orden establecido es un verdadero orden o es desorden por ser injusto.
El Evangelio de Jesús no es belicoso, sino sembrador de paz, de
justicia, de fraternidad para quien se comprometa a ser coherente con él. Y
esto no siempre es “bien visto y compartido por todos”.
Lucas presenta a un Jesús que es “signo de contradicción”. Él
sabe que su forma de vivir y su predicación le están llevando a una condena de
muerte. Los poderosos de Jerusalén, religiosos y políticos no están dispuestos a que su
mensaje se propague entre las gentes, resulta peligroso para su situación de
poder.
Hemos de afirmar que Jesús es signo de contradicción, que Jesús
traía división, y no una división y una paz malentendidas promovidas con
frecuencia para vivir cómoda y egoístamente.
Quien quiera ser creyente en Jesús no puede
ser fatalista, buscando, ante todo, tranquilidad y falsa paz. No puede ser
inmovilista justificando el actual orden de cosas, sin trabajar con esfuerzo
creador y solidario por un mundo mejor; ha de vivir y actuar movido por la
aspiración de colaborar en cambiar la humanidad hacia la justicia y el
establecimiento de un orden nuevo.
LECTURAS PARA EL VERANO. LA OSTRA Y EL PEZ

Érase una vez una ostra y un pez. La ostra habitaba las aguas
tranquilas de un fondo marino y era tal la belleza, colorido y armonía del
movimiento de sus valvas que llamaban la atención de cuantos animales por allí
pasaban.
Un día acercó a pasar por el lugar un pez que quedó prendado al
instante. Se sintió sumamente atraído por la ostra y deseó conocerla con todo
su ser. Sintió un fuerte impulso de entrar en los más recónditos lugares de
aquél animal misterioso. Y así, partió veloz y bruscamente hacia el corazón de
la ostra, pero ésta cerró, también bruscamente, sus valvas. El pez, por más y
más intentos que hacía para abrirlas con sus aletas y con su boca, aquellas más
y más fuertemente se cerraban, pensó entonces en alejarse, esperar a cuando la
ostra estuviera abierta, y en un descuido de ésta, entrar veloz sin darle
tiempo a que cerrar sus valvas. Así lo hizo, pero de nuevo la ostra se cerró
con brusquedad. La ostra era un animal extremadamente sensible y percibía
cuantos mínimos cambios en el agua ocurrían, y así, cuando el pez iniciaba el
movimiento de acercarse, ésta se percataba de ello y al instante cerraba sus
valvas.
El pez triste, se preguntaba ¿por qué la ostra le temía?, ¿cómo
podría decirle que lo que deseaba era conocerla y no causarle daño alguno?,
¿cómo decirle que lo único que deseaba era contemplar aquella belleza y compartir
las sensaciones que le causaban?
El pez se quedó pensativo, y estuvo durante mucho rato
preguntándose qué podría hacer. ¡De pronto!, se le ocurrió una gran idea.
Pediré ayuda, se dijo. Sabía que existían por aquellas profundidades otros
peces muy conocidos por su habilidad para abrir ostras, y hacia ellos pensó en
dirigirse. Sabía que eran peces muy ocupados y no deseaba importunarles.
Deseaba que le escucharan y que le prestaran su ayuda.
Aunque pensó – seguro que estarán tan ocupados que no podrán
ayudarme. ¿Qué puedo hacer?, se preguntó.
Tras pensar algún rato llego a la conclusión que lo mejor era
informarse por otros peces que les conocían cuál era el mejor momento para
abordarle, cómo tendría que presentarse. Después de informarse muy bien, eligió
el momento más oportuno y hacia ellos se dirigió.
– Hola, dijo el pez. ¡Necesito vuestra ayuda! Siento grandes
deseos de conocer una ostra gigante pero no puedo hacerlo porque cuando me
acerco cierra sus valvas. Sé que vosotros sois muy hábiles en abrir ostras y
por eso vengo a pediros ayuda.
El pez continuó explicándoles las dificultades que tenía y los
intentos por resolverlas.
Llegó a decirles la sensación de impotencia, que le entraba y los
deseos de abandonar tras tantos intentos fallidos.
Los peces le escucharon con sumo atención, la hicieron notar que
entendían su desánimo pues ellos se habían encontrado en circunstancias
similares. Le felicitaron por el interés que mostraba en aprender y por la
inteligencia que demostraba tener al pedir ayuda y querer aprender de otros.
El pez se sintió mucho más tranquilo y esperanzado, les contó los
temores que tenía al pedirles ayuda y fue “abriéndose” cada vez más a toda la
información que aquellos avezados peces le contaban. Escuchó con atención como
a pesar de sus habilidades había algunas ostras que les resultaban difíciles de
abrir, pero ello más que ser un motivo de desánimo, esa dificultad les
estimulaba a seguir investigando y reunirse para intercambiar conocimiento y
mejorar sus prácticas de abrir ostras.
Los peces continuaron en animada conversación.
– Mira, algo muy importante que has de lograr es suscitar en la
ostra el deseo y las ganas de comunicarse contigo.
– ¿Y cómo podré lograrlo?
– De la misma manera que tu has logrado comunicarte con nosotros y
“abrir nuestras valvas” de pez.
– ¿Cómo?
– Tú deseabas que nosotros te escucháramos y te prestáramos ayuda.
Nos has dicho que dudabas de si podrías lograrlo, ¿no es verdad?
– Si, así es.
– Podrías haberte quedado con la duda, pero en lugar de eso,
diseñaste un plan de acción. Buscaste información acerca de nosotros, te
informaste de cuál era el mejor momento de abordarnos y qué decirnos. Tú sabías
que nosotros éramos muy sensibles a la expresión honesta y sincera de “necesito
vuestra ayuda”. También sabías que nos agrada, como a todo hijo de pez, el
reconocimiento de nuestra competencia y veteranía en abrir ostras. Te
confesamos que todo ello nos agradó mucho. También nos gustó tu mirada franca y
serena, además de tus firmes y honestas palabras.
– Si, en efecto eso es lo que hice. Ahora que lo decía mis valvas
de pez se sintieron también abiertas al notar que me escuchabais con atención.
Me agrado mucho el que os hicierais cargo de mi impotencia, y por qué no
decirlo, me agrado también el que me felicitarais por pediros ayuda.
– Claro, todo eso suele ser reciproco, contestaron los peces.
– Muy bien, pero ¿cómo podré hacerlo con la ostra? No conozco su
lenguaje, sus costumbres, sus miedos, no conozco tampoco que es lo que le
agrada.
– Bien, también has diseñado un plan de acción para abrir la
ostra. El primer paso ha sido el de visitarnos para que te informemos de sus
costumbres, de sus miedos, de todo aquello que le agrada.
Te podemos decir todo aquello que suele suscitar temor en las
ostras. Les asusta el movimiento brusco de las aguas, de hecho habrás observado
que cuando hay tempestades y hay mucho oleaje las ostras están fuertemente
cerradas. Es por eso que si te acercas a ellas cuando hay muchas turbulencias
tendrás grandes dificultades para lograr que se abran.
Les asusta el que algún animal se acerque de modo imprevisto. Les
agrada en cambio los movimientos suaves, los besos y las caricias y el que se
entre en sus interioridades sin antes conocerse durante algún tiempo. También
les agrada mucho el que se les hable en su lenguaje. Habrás observado que
lanzan a través de sus valvas pequeñas pompas de aire. Si las observas con suma
atención podrás aprender los códigos que utilizan y sus significados. Cuando
están tristes, asustadas, tiernas o alegres.
De este modo, los peces continuaron asesorándole. Le invitaron a
pasar largos ratos observando el comportamiento de la ostra. Le invitaron
también a asistir a algunos de los cursillos que organizaban y le regalaron un
manual. “El manual de abridor de ostras”.
Tras varias semanas de observación, aprendizaje y entrenamiento,
el pez pudo por fin disfrutar con aquella bellísima ostra. Pudo ¡al fin!,
lograr entrar en las interioridades de las ostras y compartir las sensaciones
que le causaba. Pudo, al fin, comunicarse.
DALE LA VUELTA A LOS PRISMÁTICO DE LA VIDA
Domingo 7 de agosto
19 del tiempo ordinario
Lucas 12, 32-48
Es
cierto: la gran enfermedad de los hombres es esa miopía cotidiana que nos
empuja a equivocarnos de valores.
Yo me
he preguntado muchas veces qué pediría a Dios si él me concediera un día un
milagro. Y creo que suplicaría el ver, el ver las cosas como él las ve, desde
la distancia de quien entiende todo, de quien conoce el porvenir y la auténtica
dimensión de las cosas.
Si
tuviera ese don, ¡qué distinta sería mi vida! ¡Cuánto más amaría y cuánto menos
lugar habría dado a las apariencias! ¡Qué poco me habrían importado los éxitos
y cuánto más las amistades!
Decía
esta chica: “Ahora “gano” mis tardes haciendo crucigramas con mi padre. Soy
feliz viéndole sonreír. A su lado no tengo prisas. Cada minuto de compañía se
me vuelve sagrado. Y cuando a la
noche regreso a mi casa “sin haber hecho nada” (sin haber hecho nada más que
amar) me siento llena y feliz, mucho más que si hubiera ganado un pleito,
construido una casa o acumulado un montón de dinero. Charlo con él. Charlamos
de nada. Vivimos. Estamos juntos. Le quiero. Le veo feliz de tenerme a su lado.
No hay premio mayor en este mundo. Sé que un día me arrepentiré de millones de
cosas de mi vida. Pero que nunca me arrepentiré de estas horas “perdidas
haciendo crucigramas a su lado”.
Esta
chica tiene razón. Ha vuelto sus prismáticos. Ha vuelto sus prismáticos y de
repente el cristal de aumento de su corazón le ha hecho descubrir lo que la
mayoría de los seres humanos no llegan ni siquiera a vislumbrar. Y todo lo
demás se ha vuelto pequeñito y lejano: secundario.
La
vida de los hombres, la sonrisa de las personas, la alegría de un niño o un
anciano, son mucho más importantes a los ojos de Dios… que todas las acciones
del mundo…. Se trata por tanto de que a la luz del Evangelio trastoquemos
nuestra escala de valores y vayamos conformándola un poco más de acuerdo con
él…
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