Domingo 23 de julio
16º del tiempo ordinario
Mateo 13,24-43
Nos sorprendemos felizmente cuando, después
de un disparate o una ofensa de nuestra parte, la persona ofendida lo toma con
paciencia y nos da nuevas oportunidades. Así actúa Jesús con nosotros. Él sigue
creyendo en nosotros. Ésa es también la forma como quiere Jesús que nos
tratemos unos a otros. Como él, nosotros deberíamos ser plenamente conscientes
de que la gente no es ni enteramente buena ni completamente mala, y que por lo
tanto deberíamos ser pacientes, perdonando, confiando y dando tiempo para sanar.
Nadie
tiene derecho a constituirse en juez de los demás. Nadie tiene derecho a hacer
eso. Nadie puede condenar a nadie, rechazar a nadie, reprobar a quién sea.
Porque corre el peligro de equivocarse. De forma que, pensando que hace una
cosa buena, en realidad lo que lleva a cabo es un destrozo.
Jesús condena así el puritanismo y la intolerancia. Todos
corremos el peligro de incurrir en ese tipo de conductas. Y de sobra sabemos
hasta qué punto la gente anda por ahí condenando, rechazando, ofendiendo,
insultado. Entonces, la intolerancia supera todos los límites y llega a crear
ambientes en los que no se puede ni respirar.
Este mundo está lleno de fanáticos, que se consideran con el
derecho y el deber de obligar a que los otros cambien, hasta pensar y
vivir como piensa y vive el fanático intolerante.
Jesús acoge a todo tipo de mujeres y hombres,
y lo expresa simbólicamente, sembrando respeto por los demás y creando
paciencia y esperanza frente a aquellos seres humanos que se han demorado en
alcanzar niveles de humanidad suficientes en igualdad y justicia, por el
egoísmo que empobrece y empequeñece nuestra humanidad. Jesús llama a la
apertura de la mente y el corazón para acoger con esperanza (no pasivamente y
con indiferencia) a quienes aparecen ante nuestra forma de vida como diferentes
(que solemos catalogar como “malos”). Necesitamos tener apertura para
acoger con pluralismo la diferencia, que siempre va a estar presente en nuestra
humanidad.
Al mismo tiempo, demos gracias a nuestro Dios por su
paciencia, y pidámosle que nos haga un poco como Él es. La primera lectura de
hoy, del libro de la Sabiduría, nos dice que “el justo debe ser
humano”. Algo que no
podemos olvidar.