Domingo 4 de octubre
27 del tiempo ordinario
marcos 10,2-16
Por tanto, la pregunta de los fariseos no era la pregunta por el
divorcio, tal como ahora se plantea ése asunto, sino la pregunta por la
desigualdad de derechos entre el hombre y la mujer. Es decir, los fariseos
preguntaban si los privilegios del hombre eran prácticamente ilimitados. Ahora
bien, eso es lo que Jesús no tolera. La desigualdad de derechos está
directamente en contra del Evangelio.
La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las
discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios,
que está por encima de leyes y normas. Esta ley “machista”, en concreto, se ha
impuesto en el pueblo judío por la “dureza de corazón” de los varones que
controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.
Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios
“los ha creado varón y mujer”. Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha
creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al
varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.
Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una
visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la “dureza de
corazón” de los varones. Mujeres y varones se unirán para “ser una sola carne”
e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.
Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del
amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si
fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios
mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús
concluye de manera rotunda: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón”.