Domingo 25 de octubre
30 del tiempo ordinario
Marcos 10,45-52
Pero, entonces, hay algo que muere en nosotros. Ya no vivimos
desde nuestro propio impulso creador. Es la moda, la comodidad o el «sistema»
el que vive en nosotros. Hemos renunciado a nuestro propio crecimiento.
Cuántos hombres y mujeres se instalan así en la mediocridad,
renegando de las aspiraciones más nobles y generosas que surgían en su corazón,
No caminan. Su existencia queda paralizada. Viven «junto a lo esencial», ciegos
para conocer lo que podría dar una luz nueva a sus vidas.
¿Es posible reaccionar cuando uno se ha asentado tan hondamente
en la rutina y la indiferencia? ¿Se puede uno salvar de esta vida «programada»
para la comodidad y el bienestar?
Ésta es la buena noticia del Evangelio: dentro de cada uno de
nosotros hay una fe que nos puede todavía hacer reaccionar y ponernos de nuevo
en el camino verdadero.
¿Qué hay que hacer? Gritar a Dios. Concentrar todas las energías
que nos quedan para pedir a Dios, desde lo más hondo de nuestro ser, su luz y
su gracia renovadora.
Y algo más. No desoír ninguna llamada, por pequeña que sea, que
nos invita a transformar en algo nuestra vida.