Domingo 1 de abril
Pascua de resurrección
Juan 20,1-9
No
hay pascua sin ruptura: no hay resurrección sin ruptura: no hay libertad sin
ruptura. ¿Continuismo? El que padece la esclavitud no puede continuar, si
quiere llegar a la libertad. En algún momento decisivo tiene que dar el paso
hacia delante, ha de saltar, ha de romper; pues sólo es posible llegar a la
libertad, en libertad. Y esto vale para el hombre, para cada hombre, en la
historia de su vida, y para el pueblo, para cada pueblo, en su larga biografía.
Hay que dejar al faraón que se hunda con sus caballos en el Mar Rojo. La libertad
está en la otra orilla.
Es
cierto que los hombres y los pueblos viven en la tradición, y aun de la
tradición; pero la tradición de los hombres que aman la libertad no puede ser
otra que la memoria inapreciable de todos los hechos de emancipación. Cualquier
otra tradición que no sea ésta es un fardo inútil que retrasa la marcha, una
trampa, un lazo que nos hace caer en el pasado, una tentación que nos hace
volver el rostro para que nos convirtamos en estatuas de sal.
La
verdadera tradición cristiana, en la que estamos y en la que entramos por el
bautismo, es la memoria subversiva de la muerte y resurrección de Jesús.
Memoria subversiva sí, porque es la memoria que nos subleva ante cualquier tipo
de esclavitud y mantiene despierta la conciencia de la vocación a la libertad
de los hijos de Dios; pues para esto, para que vivamos en libertad, Jesús ha
levantado la losa de la tumba y ha dejado abierto el camino a nuestra
esperanza.