JESÚS ESPERA QUE REPARTAMOS EL AMOR QUE EL NOS DA


Domingo 27 del tiempo ordinario                         
5  de Octubre de 2014
Evangelio: Mt 21, 33-43
Estas parábolas de la viña esclarecen el amor inmenso que el Padre nos tiene y sus deseos de que, al sentarnos un día en su mesa, llevemos en nuestras manos las huellas de haber participado con Él en su creación. Es la historia de la salvación de la humanidad, Jesús lo enunció en el evangelio de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que quien crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3, 16), son palabras dirigidas a todos nosotros.
Muchos de nosotros tenemos momentos en que actuamos como buenos braceros de su campo y otros en que nos ciega la ambición; algunos no han podido ir a trabajar, a otros nadie les ha contratado, otros han ocupado cátedras o ambones, otros negocios sucios, otros son “personas de la vida”, durmiendo unos por los huecos en los portales, también las prostitutas trabajando por su vida, y gentes y gentes de “mal vivir”, “chusma indeseable viviendo en la miseria”, como les llaman los “doctores”.
Espera que nosotros organicemos este mundo, la viña; a la vista están los resultados, le devolvemos la muerte de su hijo.
Pero Dios ha apostado por nosotros para trabajar su viña, somos su riesgo, pero sigue confiando, somos sus hijos. Hoy nos pide que reflexionemos.
Sería interesante imaginar cómo Jesús pondría hoy al día esta parábola tomando en consideración nuestra historia, la historia de nuestra sociedad de bienestar de la que todos formamos parte, y también la historia de nuestra Iglesia que tanto da a algunos qué pensar y de qué hablar.
Al fin de la parábola Mateo añade: “Cuando los jefes de los sacerdotes y los fariseos oyeron estas palabras, comprendieron que Jesús se refería a ellos”.
¡Ojala fuera siempre así! Ojala que cuando oigamos una palabra justa de condenación, de crítica, de denuncia desde los más altos jerarcas hasta el último de los ciudadanos, también tuviéramos nosotros la lealtad de reconocer: “va por nosotros, va por mí”. Al hijo del señor de la parábola decidieron matarlo, qué hubiéramos hecho nosotros, posiblemente no nos atrevamos a decirlo.