Domingo 28 de septiembre.
26 del tiempo ordinario.
Jesús nos cuenta hoy una historia parecida, la de los dos hijos, para que nos asomemos a la mente y al corazón de Dios.
Historia sencilla y enseñanza escandalosa. La verdad es que todos podemos contestar a la pregunta que nos hace Jesús: ¿Cuál de los dos hermanos hizo la voluntad de su padre?
La respuesta es obvia, el primero.
Pero lo que no es obvio, lo que escandalizó y sigue escandalizándonos es la respuesta de Jesús.
“Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de Dios”.
Tenemos que reconocer que los dos hijos eran malos. Ninguno de los dos dio un sí claro y gozoso a su padre.
El primero le dio un no, pero lo pensó mejor y lo convirtió más tarde en un sí.
El segundo le dio un sí que se convirtió en un eterno no. Ambos hijos decepcionaron al padre, pero uno le decepcionó más que el otro.
Aquel lejano día Jesús se dirigía a los líderes judíos, los sabios de la religión, los perfectos, los cumplidores de la Ley, hermosos por fuera, podridos por dentro. Estos no dijeron ni sí ni no, simplemente ignoraron a Jesús.
Los publicanos y las prostitutas, los pecadores de siempre, vivieron un tiempo haciendo sus cosas, de espaldas a Dios, pero escucharon el mensaje de la conversión predicada por Juan Bautista y cambiaron de corazón. Son el hijo, los hijos pródigos, que terminan dando su sí al Señor.
El padre, tremenda contradicción, no tiene poder coercitivo para obligar a sus hijos a obedecer. Solo tiene el poder del amor. El padre invita, señala el camino y la tarea que hay que hacer en la viña, este mundo enmarañado con la violencia de la naturaleza y de los hombres, para trabajarla y transformarla.
¡Feliz Domingo!
Historia sencilla y enseñanza escandalosa. La verdad es que todos podemos contestar a la pregunta que nos hace Jesús: ¿Cuál de los dos hermanos hizo la voluntad de su padre?
La respuesta es obvia, el primero.
Pero lo que no es obvio, lo que escandalizó y sigue escandalizándonos es la respuesta de Jesús.
“Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de Dios”.
Tenemos que reconocer que los dos hijos eran malos. Ninguno de los dos dio un sí claro y gozoso a su padre.
El primero le dio un no, pero lo pensó mejor y lo convirtió más tarde en un sí.
El segundo le dio un sí que se convirtió en un eterno no. Ambos hijos decepcionaron al padre, pero uno le decepcionó más que el otro.
Aquel lejano día Jesús se dirigía a los líderes judíos, los sabios de la religión, los perfectos, los cumplidores de la Ley, hermosos por fuera, podridos por dentro. Estos no dijeron ni sí ni no, simplemente ignoraron a Jesús.
Los publicanos y las prostitutas, los pecadores de siempre, vivieron un tiempo haciendo sus cosas, de espaldas a Dios, pero escucharon el mensaje de la conversión predicada por Juan Bautista y cambiaron de corazón. Son el hijo, los hijos pródigos, que terminan dando su sí al Señor.
El padre, tremenda contradicción, no tiene poder coercitivo para obligar a sus hijos a obedecer. Solo tiene el poder del amor. El padre invita, señala el camino y la tarea que hay que hacer en la viña, este mundo enmarañado con la violencia de la naturaleza y de los hombres, para trabajarla y transformarla.
¡Feliz Domingo!