¿Qué pensamos de Dios? Es una pregunta fundamental que todos los creyentes debiéramos de planteárnosla con cierta frecuencia. Porque hemos de reconocer que quizá sin darnos cuenta, tendemos a construir un Dios a nuestra imagen y semejanza. Y le atribuimos a Dios nuestros rasgos, nuestra manera de pensar y de vivir… con lo que corremos el riesgo de construir una caricatura de Dios. Y tendríamos que preguntamos ¿qué Dios es el que rechazan muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo: el de Jesús de Nazaret o la caricatura que los cristianos hemos puesto en circulación?
¿Cómo
puede hoy un hombre encontrarse con Dios?
Si se
acerca a los creyentes es muy posible que nos encuentre rezando no al Dios
verdadero, sino a un pequeño ídolo sobre el que proyectamos nuestros intereses,
miedos y obsesiones; y al que muchas veces pretendemos utilizar.
Un Dios
que es acogida y ternura nunca podrá ser descubierto por los hombres si ven en
nosotros: personas insolidarias, frías y calculadoras, que lo único que
les interesa es acrecentar su propio poder o su bolsillo. Un Dios que es mirada
misericordiosa, perdón que acoge, no podrá ser captado por los hombres si ven
en nosotros personas que vivimos en continua tensión con quienes nos rodean, si
nuestro corazón y nuestra boca rezuman constantemente rencor, envidia y odio…
Un Dios
que es Padre y que nos invita a su mesa, para alimentarnos de su amor y de su
vida… ¿cómo van a creer en él? Quienes después en nuestras conversaciones
habituales nos escuchan a los que venimos a Misa que despellejamos al sacerdote
o nos despellejamos entre nosotros… con todo tipo de chismes y de cuentos… ¿Con
qué Dios se encuentran ahí? ¿En qué Dios creen?..