JESÚS SIEMPRE ESTA PRESENTE

Domingo 7 de septiembre de 2014. 23 del tiempo ordinario.

Os aseguro que si dos o más se ponen de acuerdo, aquí en la tierra, para pedirle algo a Dios, él se lo dará. Porque allí donde dos o tres de vosotros se reunan en mi nombre, allí estaré yo.

Hay una soledad que es inherente al ser humano. Las personas no podemos expresar ni comunicar a los demás de manera total las emociones o experiencias que vivimos dentro de nosotros.Son momentos en que hemos de actuar cada uno sin que nadie pueda hacerlo por nosotros.
Pero, junto a esa soledad «normal», hay otro tipo de soledad «enfermiza» que está creciendo en nuestros días. Según las estadísticas, alrededor del veinte por cien de la población se siente sola o poco acompañada en Occidente. La soledad ya no es prerrogativa de los ancianos o de algunas personas marginadas. Sorprende que también esos jóvenes pertenecientes a las llamadas generaciones «espontáneas» y «promiscuas» tengan dificultades para comunicarse.
Esta sociedad que crea soledad, aislamiento e incomunicación, está pidiendo hoy comunidades cristianas donde los creyentes se sientan acogidos y acompañados. Parroquias donde las personas puedan compartir amistosamente su fe, sentirse unidas en una misma esperanza y ayudarse mutuamente a vivir.

Ésta puede ser una de las aportaciones más decisivas de la Iglesia a tantos hombres y mujeres que necesitan urgentemente de una comunidad para reavivar su fe y vivir de manera más humana.