Domingo
9 de septiembre
Cuántos
hombres y mujeres necesitan hoy escuchar las palabras de Jesús al sordomudo:
«Ábrete». No es casualidad que se narren en los evangelios tantas curaciones de
ciegos y sordos. Son una invitación a que abramos nuestros ojos y nuestros
oídos para acoger el evangelio de Jesús y la salvación que se nos ofrece desde
Dios.
También
a nosotros se nos hace una invitación a abrirnos. Sin duda, las causas de la
incomunicación, el aislamiento y la soledad creciente entre nosotros son muy
diversas. Pero, casi siempre tienen su raíz en nuestro egoísmo.
Cuando
actuamos egoístamente, nos alejamos de los demás, nos separamos de la vida y
nos encerramos en nosotros mismos. Queriendo defender nuestra propia libertad e
independencia con celo exagerado, caemos en un aislamiento y soledad cada vez
mayor.
Tenemos
que aprender, sin duda, nuevas técnicas de comunicación en la sociedad moderna.
Pero debemos aprender antes que nada a abrirnos a la amistad y al amor verdadero.
Tenemos que ser solidarios.
El
egoísmo, la desconfianza y la insolidaridad son también hoy lo que más nos
separa y aísla a unos de otros. Por ello la conversión al amor es camino
indispensable para escapar de la soledad.
El
que se abre al amor al Padre y a los hermanos, no está solo.
El
que escucha la Palabra de Dios y tiende su mano cariñosa al hermano, no está
solo.
Es lo que nos enseña Jesús en este evangelio de
hoy.