Domingo 23 de septiembre
25ª del tiempo ordinario
Marcos 9, 30-37
Para nosotros, importante es el hombre de
prestigio, seguro de sí mismo, que ha alcanzado el éxito en algún campo de la
vida, que ha logrado sobresalir sobre los demás y ser aplaudido por las gentes.
Esas personas cuyo rostro podemos ver
constantemente en la TV. Líderes políticos, «premios Nobel», cantantes de moda,
atletas excepcionales… ¿Quién puede haber más importante que ellos?
Según el criterio de Jesús, miles y miles de
hombres y mujeres anónimos, de rostro desconocido, a quienes nadie hará
homenaje alguno, pero que se desviven en el servicio sencillo y desinteresado a
los demás.
Hombres y mujeres que no viven para su éxito
y egoísmo personal. Gentes que no actúan sólo para arrancarle a la vida todas
las satisfacciones posibles para sí mismo, sino que se preocupan de la
felicidad de los otros.
Hombres y mujeres que saben poner su vida a
disposición de otros. No se imponen ni existen para sí mismos. Actúan movidos
por su bondad. Una ternura grande envuelve su trabajo, su quehacer diario, sus
relaciones, su convivencia.
En definitiva el servicio a los demás.