Domingo 3 de junio
Corpus Christi
Marcos 14,12-16.22-26
Corremos
el riesgo de convertir la eucaristía en un rito puramente cultual que ni es
fruto de una vivencia ni produce en nosotros la más mínima chispa de Vida. En
la mayoría de los casos no es más que una pesada obligación que nos quitaríamos
de encima si pudiésemos. Se ha convertido en una ceremonia rutinaria y
monótona, incluso repetida una y otra vez con un soniquete que demuestra la
falta absoluta de convicción y compromiso.
En
la eucaristía se concentra todo el mensaje de Jesús, que es el amor.
Al
comer el pan y beber el vino consagrados, estoy haciendo mía su vida y me
comprometo a identificarme con lo que fue e hizo Jesús, y a ser y hacer yo lo
mismo.
El
pan que me da la Vida no es el pan que como, sino el pan que doy. Soy
cristiano, no cuando “como a Jesús”, sino cuando me dejo comer, como hizo él.
Comulgar
significa el compromiso de hacer nuestro todo lo que es Jesús. Significa que,
como él, soy capaz de entregar mi vida por los demás, no muriendo, sino estando
siempre disponible para todo aquel que me pueda necesitar.
A
Jesús hay que descubrirlo en todo aquel que espera algo de nosotros, en todo
aquél a quien puedo ayudar a ser él mismo, comprendiendo que esa es la única manera de llegar a ser yo
mismo en mi verdadero ser.