Domingo 17-6-18
11º del tiempo ordinario
Marcos 4,26-34
Nos sobran prisas, ganas de eficacia,
balances pensando sólo en números, métodos de evangelización inspirados en el
marketing… Nos falta confianza en la presencia de Dios en su mundo, confianza
en la fuerza que lleva dentro cada pequeña obra de Reino…
¿No te han interrogado alguna vez pequeños
gestos que has visto de verdad, de bondad, de sinceridad, de honradez…? No
dijiste nada, pero al verlos, tu corazón se alegró y se sensibilizó para seguir
sembrando bondad… Quizá añadiste. «Esto no saldrá mañana en los periódicos,
pero sí que ha sido noticia para mí». La fuerza de la verdad crea una corriente
irresistible de verdad a pesar de las innumerables amenazas que debe soportar.
Hay hoy otra llamada a los creyentes y a los
hombres de buena voluntad: nada de lo que hacemos es pequeño; nada podemos
dejar de hacer porque parece pequeño y porque creamos que no valga para nada.
No es verdad que valga para hacer reino solo lo grandioso…
No. Estamos llamados, como creyentes, a
sembrar de detalles pequeños la vida ordinaria. Resulta que lo verdaderamente
grande es lo realmente pequeño, insignificante a los ojos de muchos, pero lleno
de fuerza interior capaz de transformar todo poco a poco.
Cuando recordamos a gente que nos marcó en la
vida positivamente, lo que recordamos son «pequeñas cosas» que se hicieron
grandes… Las parábolas del reino nos desvelan una ley de la naturaleza y de la
fe: en lo más pequeño, en lo cotidiano, en cuanto sucede que no llama la
atención, en los más pequeños y menos valorados por l sociedad, Dios está
actuando, escondido.
¡Qué riqueza da esto a nuestra vida! No
importa en qué rincón estás, no importa que estés en el candelero o en una
esquina que casi nadie ve; no importa el relumbrón aparente… Lo único que
importa, de verdad, es tu vida de pequeños gestos de reino cargados de poder
transformador.