Domingo 18 de febrero
1º de Cuaresma
Marcos 1,12-15
El
evangelio de Jesús nos viene a decir algo que nunca hemos de olvidar: “Es bueno
convertirse. Nos hace bien. Nos permite experimentar un modo nuevo de vivir,
más sano, más gozoso”. Alguno se preguntará: Pero ¿cómo vivir esta
experiencia?, ¿qué pasos dar?
Lo
primero es pararse. No tener miedo a quedarse a solas con nosotros mismos para
hacernos las preguntas importantes de la vida: ¿Quién soy yo? ¿Qué estoy
haciendo con mi vida? ¿Es esto lo único que quiero vivir?
Este
encuentro conmigo mismo exige sinceridad. Lo importante es no seguir
engañándose por más tiempo. Buscar la verdad de lo que estamos viviendo. No
empeñarnos en ocultar lo que somos y en parecer lo que no somos.
Es
fácil que experimentemos entonces el vacío y la mediocridad. Aparecen ante
nosotros actuaciones y posturas que están arruinando nuestra vida. No es esto
lo que hubiéramos querido. En el fondo, deseamos vivir algo mejor y más gozoso.
Un
Dios que se interesa por mí más que yo mismo, para resolver no mis problemas
sino “el problema”, esa vida mía mediocre y fallida que parece no tener
solución. Un Dios que me entiende, me espera, me perdona y quiere verme vivir
de manera más plena, gozosa y gratificante.
Esta
Cuaresma puede ser para nosotros un tiempo decisivo para iniciar una vida
nueva.