Domingo 25 de febrero
2º de Cuaresma
Marcos 9,2-10
Como
los discípulos, tenemos la tendencia de arrimarnos al “sol que más calienta”,
para sacar “algún beneficio”. Unos seguían a Jesús pero no ocultaban que lo que
en el fondo pensaban era sentarse a la derecha de él algún día. El poder, con
tal de llegar a él, exige algunas incomodidades, pero después recompensa… Como
veis, este funcionamiento no es de hoy. Hay personas que se despersonalizan con
tal de llegar a tener poder… Y llegan. Y cuando llegan ya no son personas,
están despersonalizadas. Las consecuencias las pagarán los otros, además de
ellos mismos…
Los
seguidores de Jesús tenemos que aprender que al lado de Jesús no hay poder,
sino servicio; al lado de Jesús no hay puestos, sino últimos puestos; al lado
de Jesús no se ve todo claro, se va aclarando uno esperando que la Luz llegue
más tarde… Y cuando llega, la verdad deslumbra.
Las
personas ya no tenemos tiempo para escuchar. Nos resulta difícil acercarnos en
silencio, con calma y sin prejuicios al corazón del otro para escuchar el
mensaje que toda persona nos puede comunicar.
Encerrados
en nuestros propios problemas, pasamos junto a los demás, sin apenas detenernos
a escuchar realmente a nadie. Se diría que al hombre contemporáneo se le está
olvidando el arte de escuchar.
Quizás
tengamos que empezar por elevar desde el fondo de nuestro corazón esa súplica
que repiten los monjes del monte Athos: «Oh Dios, dame un corazón que sepa
escuchar”.