Domingo 11 de febrero
6º del tiempo ordinario
Marcos 1,40-45
Ahora
nosotros también vemos que nuestra sociedad margina a muchas personas. Por los
márgenes de nuestra sociedad podemos encontrar a drogadictos, personas sin
cultura, pobres, negros, emigrantes sin papeles, enfermos y otros muchos seres
humanos que arrastran una vida llena de penalidades. No vivimos en un paraíso.
A las puertas de nuestra sociedad rica llegan también multitud de seres humanos
huyendo de una vida insoportable. Basta con poner los ojos en el mapa del mundo
para ver el espectáculo terrible del hambre, las guerras, las epidemias, las
violaciones de los derechos humanos, la explotación o la degradación de muchos
hombres, mujeres y niños, condenados a vivir una vida indigna. Son como los nuevos
leprosos de nuestro mundo.
Seguramente
mucha gente no tendrá tiempo para pensar en estas cosas, porque está
entretenida en una vida sin grandes sobresaltos o en sus pequeños problemas de
gentes satisfechas. Pero los cristianos debemos tener una sensibilidad especial
ante el sufrimiento de nuestros hermanos. Así lo hemos aprendido de Jesús.
Así
es la vida: quien toma partido contra un sistema que, en pro de una ley que
beneficia a una élite de privilegiados, margina a las personas más necesitadas
de atención, termina él mismo siendo marginado. Y si no, hagamos la prueba
defendiendo con hechos contundentes y denuncias claras a los drogadictos,
alcohólicos, mendigos, prostitutas, delincuentes, a esa larga lista de leprosos
que hemos arrojado entre todos de
nuestra convivencia por miedo a contagiarnos.