Domingo 31 de julio
18 del tiempo ordinario
Lucas 12, 13-21
No es
malo que a alguien le vaya bien. Su problema es que a partir de cálculos
económicos considera que ya no va a necesitar de los demás. Tiene que defender
su capital. Eso le lleva a aislarse de los demás. Y a partir de ahora solo será
capaz de hablar consigo mismo.
Revisemos
el comienzo de las frases que pronuncia: “¿Qué haré?’”. “Y se dijo”. “Derribaré
y construiré”. “Y entonces me diré a mí mismo”.
Ya no
tiene con quien hablar. Corta toda relación con los demás. Vive frente a un
espejo. Se augura un futuro feliz y sin problemas.
Y
entonces surge la voz de Dios: “Necio, esta noche se te va a exigir la vida”.
Hoy mismo se te va a pedir cuenta de tu vida y ¿qué podrás decir?
Al
encerrarse en sí mismo se suicidó como persona. Perdió todo valor frente a los
demás y frente a Dios.
Si el primer objetivo de todo hombre es
desarrollar al máximo su humanidad y el evangelio nos dice que tener más no nos
hace más humanos, la conclusión es muy sencilla en teoría: la posesión de
bienes de cualquier tipo, no puede ser el objetivo último de ningún ser humano.