SÁBADO DE CONFIRMACIÓN EN NUESTRA PARROQUIA
Domingo 5 de junio
10º del tiempo ordinario
LUCAS 7,11-17
Si
aquella mujer de Naín era triplemente abandonada y socialmente marginada, no
nos será difícil, mirando a nuestro alrededor, preguntarnos por los que se
encuentran hoy más abandonados y marginados. Que la acción de la Iglesia debe
ser la defensa y promoción de estas clases sociales es la más clara conclusión
de este evangelio, y solamente así «la palabra del Señor es verdad en su boca»,
porque solamente así ella testifica en favor de un Dios que está visitando a
«su pueblo», y este «pueblo» no es otro que el pueblo más pobre, desamparado y
oprimido.
Es
dando la vida a los más necesitados, a los más débiles, a los más pobres y a
los más marginados como testificamos en favor de nuestro Dios. Éste es el signo
profético de la Iglesia de la misma forma que fue el signo profético de Jesús.
Cristo
detuvo el cortejo de la muerte… como si dijésemos: detuvo el paso de una
humanidad que lloraba sobre los despojos de la muerte de la persona, la muerte
de los derechos humanos, la muerte de las libertades cívicas, la muerte de la
cultura, la muerte de la fe esperanzadora; obligó, como subraya Lucas, a que
los que llevaban el ataúd se detuvieran, y dijo una sola palabra: «Levántate.»
Si
esta palabra -levántate-, palabra de Dios, retornara hoy a nuestros labios,
podríamos no solo resucitar la fe y la esperanza de los millones de
desconsolados del mundo, sino, y en primer lugar, resucitar nuestra fe en
Jesucristo y nuestra fe y sentido en la vida.