EL AMOR DE DIOS BORRA LA MULTITUD DE LOS PECADOS

Domingo 12 de junio
11 del tiempo ordinario
Lucas 7,36-50

Esta es la historia de dos amigos en el desierto. En un momento de enfado uno le dio una bofetada a su amigo. Éste dolorido pero sin decir palabra escribió en la arena:
HOY MI MEJOR AMIGO ME HA DADO UNA BOFETADA.
Continuaron caminando y llegaron a un oasis, y decidieron bañarse. El que había sido abofeteado estuvo a punto de ahogarse y su amigo lo salvó. Cuando se repuso escribió sobre una piedra:
HOY MI MEJOR AMIGO ME HA SALVADO LA VIDA.
El que había sido abofeteado y el que había sido salvado le preguntó a su amigo: ¿Por qué escribiste en la arena y ahora en la piedra?
El amigo le respondió: cuando alguien nos hiere, hay que escribir en la arena para que los vientos del perdón lo puedan borrar. Pero cuando alguien nos hace el bien debemos grabarlo en piedra, para que ningún viento lo pueda borrar y nos lo haga olvidar.
¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?
Todos, de mil maneras y de mil personas, somos deudores.
Estamos en deuda con quienes a lo largo de la vida tanto se sacrifican por nosotros, en deuda con la sociedad que nos protege, en deuda con nuestros maestros que nos inspiran, en deuda con la iglesia que nos reconcilia y alimenta, en deuda grande e impagable con Dios.
Pocas veces caemos en la cuenta y seguimos viviendo como si fuéramos autónomos, como si no necesitáramos de nadie.
Jesús siente compasión, que no lástima, sino cercanía, comprensión. Y cumple la misión para la que ha sido enviado por el Padre, perdonar, pagar su deuda.

Solo puede perdonar el que olvidándose de su perfección se pone en lugar del otro, se mete en sus zapatos y se identifica con él.