Domingo 24 de abril
5º Domingo de Pascua
Juan 13,31-33a,34-35
Ser
cristiano, discípulo de Jesús, es amarse los unos a los otros. Es la Buena
Noticia que Jesús nos deja, que mantiene hoy la misma función de siempre:
rescatar el fondo de bondad de todo ser humano y ofrecernos un marco en el que
podamos realizarnos, sin perder nuestra identidad, sintiéndonos llamados
a la responsabilidad moral de crear alrededor nuestro más humanidad, porque
solo el amor humaniza, nos vuelve verdaderamente humanos.
Jesús
amó a los suyos, les dijo: “vosotros sois mis amigos”, no siervos, ni
súbditos…sois mis amigos. Así les amó.
Este
amor de Jesús más que un mandato es una revelación a sus discípulos, es un don,
es el amor que Jesús colma de plenitud. Jesús nos amó hasta el extremo de dar
su vida por nosotros. Él convivió en su vida pública con una comunidad de
amigos que creó y que quiere, que cuando Él falte, cuando ya no esté entre
ellos, que su comunidad siga siendo una comunidad de amistad.
Hoy se habla mucho de amor. Cada uno ama a su
manera, no siempre con acierto, atrevámonos a darle su sentido a partir de la
enseñanza de Jesús. Es un estilo nuevo. Nosotros solemos amar a quienes son
atentos con nosotros y nos aprecian, son cariñosos. Solemos ser indiferentes
ante los indiferentes, rechazamos a quienes nos rechazan, pensamos que es lo
correcto, Jesús nos enseña en su vida otro modo de amar, acercarnos a quien más
nos puede necesitar.