Domingo 20 de Diciembre
4º domingo de adviento
Lucas 1,39-45
Érase una vez un rey
generoso y sabio. Trataba a los ricos y a los pobres del mismo modo y era muy
bondadoso con los niños.
Un año todos sus súbditos decidieron celebrar una gran fiesta en el día de su
cumpleaños. Y lo hicieron de manera distinta a los años anteriores. Como
trataba a todos por igual decidieron que todos los regalos iban a estar
envueltos con papel blanco para que parecieran iguales.
Cuando llegó el día todos trajeron sus regalos blancos
al rey. Unos eran un puñado de arroz pero envuelto en papel blanco. Otros
regalos eran joyas o marfil pero estos también estaban envueltos en papel
blanco. Todos parecían iguales y cuando el rey los abrió trató a todos por
igual porque sabía que todos llevaban el mismo amor y devoción.
Y los que no tenían regalos que ofrecer firmaban en
un libro blanco para ofrecerle su tiempo y sus talentos.
¿Ya ha encontrado el regalo perfecto para esta
Navidad?
¿Ya ha practicado la elegancia social del regalo?
Sus hijos no necesitan un nuevo juguete, le
necesitan a usted.
Su esposa no necesita el último perfume de Calvin
Klein, le necesita a usted.
Sus padres ya mayores no necesitan guantes nuevos,
necesitan que usted les caliente sus manos con su calor.
Dar cosas es fácil, darse uno mismo es lo difícil.
Jesús es el regalo de Dios para todos nosotros y no
necesita nada pero nos necesita a nosotros.
Los demás nos necesitan también a nosotros. No
cosas o regalos. Nuestro tiempo, nuestra escucha, nuestro interés, nuestra
solidaridad, nuestra cercanía, nuestra humanidad.
La cuestión es si estamos a ofrecer ese regalo…