María Madre de Dios
Lucas 2, 16-21
El
Hijo de Dios se ha hecho hombre, en el seno de la Virgen María, para que
nosotros, los hombres, seamos hijos adoptivos de Dios. Por eso podemos decir
con confianza, o mejor aún, es el Espíritu de Dios el que puede gritar dentro
de nosotros: Abba, Padre. Somos hijos, no esclavos.
Ésa
es la mejor perspectiva del año que empieza. A lo largo de sus doce meses
podremos encontrarnos con dificultades de todo tipo. Podremos caer enfermos,
sufrir las mil vicisitudes de la vida. Pero no estamos solos. ¡Somos hijos!
Pertenecemos a la familia de Dios. No podemos dejarnos dominar por el pesimismo
o la angustia. Nos ha nacido Jesús, el-Dios-que-salva. Y él nos ha enseñado
quién es Dios para nosotros: a veces le llamamos Creador, Todopoderoso, Ser
Supremo, Dios, Señor… Pero Jesús nos ha dicho que le podemos llamar Padre.
Con
buen augurio y felicitación empezamos el 2016.
El
recuerdo de la Virgen María hace aún más agradable esta buena noticia. Ella,
María de Nazaret, una humilde muchacha de pueblo, fue elegida de Dios para
traer a este mundo al Salvador. Y hoy, primero de enero, los cristianos le
dedicamos una de las fiestas más solemnes del año, recordando y celebrando su
Maternidad: Santa María, Madre de Dios.
Ciertamente
es un recuerdo que a todos nos llena de alegría y de esperanza. Y que está
plenamente centrado en el espíritu de estas fiestas navideñas: ella, nuestra
mejor maestra en la celebración de la navidad.
María,
la Madre, la que dio a luz a Jesús. La que se alegró íntimamente de la
presencia de los pastores y de las palabras que decían. La que le llevó al
templo. La que junto con José su esposo, y siguiendo la indicación del ángel,
le puso el nombre de Jesús. La que “meditaba todas estas cosas” que pasaban a
su Hijo, “guardándolas en su corazón”…
Más
tarde ella será también la perfecta discípula de su Hijo, la primera cristiana,
miembro de la comunidad apostólica de Jerusalén.
Por
eso no nos extrañamos que, junto a su entrañable título de Madre de Dios, sea
invocada hoy gozosamente por los cristianos como Madre de la Iglesia, Madre de
todos los que creen en Cristo Jesús.
Así
empezamos el año con una fe renovada en Jesús, como Dios Salvador. Y a la vez
con un recuerdo filial hacia su Madre y nuestra Madre.
Maria
que ante todo es madre y que con su ejemplo nos enseña a ser humildes,
dispuestos a recibir a todo el mundo sin distinción, dispuestos a estar al
servicio de los demás, a repartir Amor entre nuestros hermanos con independencia
de que sus ideas no sean las nuestras y sobre todo nos enseña a ser sencillos y
humildes y nosotros nos empeñamos en hacer todo lo contrario y lo peor nos aprovechamos
de ella en beneficio propio.