QUEREMOS VER A JESÚS

Domingo 22 de marzo
5º de Cuaresma
Juan 12.20-33

Esta es la historia que contaba un misionero:
Todos los terceros domingos de mes, cuando terminaba la Misa en una capilla perdida en el campo, Doña María subía a la camioneta para que la llevara al pueblo. No tenía otro medio de transporte y el lunes siguiente iba al médico.
Sufría una fuerte anemia, y con cinco hijos y lo poco que cobraba su marido, apenas tenía para comer.
Un domingo, durante el viaje, me pregunta si en Cáritas no habrá alimentos para llevar a una pareja de ancianos que vivían solos y no tenían nada. Me comprometí a llevarles algo cada tanto.
Pero me costó dos años de preguntas y evasivas conseguir que Doña María me confesara que en realidad ella comía un día sí y otro no (y eso que su comida era muy escasa). Día por medio, a media mañana cogía su comida y se la llevaba a aquellos ancianos. Cuando llegaba el marido, le decía que ya había comido antes.
Mi reacción fue decirle: “Pero ¿no se da cuenta de que usted está anémica y está poniendo en riesgo su vida?”.
Me miró con cara de sorpresa, como diciendo “¡qué poco entiende este cura!” y respondió: “Pero, padre, Jesús dice en el evangelio que tenemos que amarnos unos a otros, como Él lo hizo, ¿no?”.
Fui incapaz de abrir la boca el resto del viaje.

“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Y en el Reino anunciado por Jesús todos somos hermanos-amigos.
Solo a través del servicio total a los demás de lo que soy, puedo alcanzar mi plenitud. Solo a través de mi entrega desinteresada puedo encontrarme con el Dios-Amor. Solo entonces alcanzaré una felicidad capaz de superar esta vida biológica.
El único camino para ser humano es el del grano de trigo. El único camino para ser cristiano es el del grano de trigo que muriendo da fruto.
Podremos seguir buscando componendas, pero será una forma de auto-engañarnos.